Artículos del día 20 de mayo de 2011

Los jóvenes piden la palabra

Las plazas de toda España nos dicen  a voces que ha nacido un nuevo movimiento social, un movimiento prioritariamente juvenil. Ya tiene nombre, varios nombres, y, cómo no,  manifiesto. En él se dice, entre otras cosas:

«Somos personas normales y corrientes».  «No somos mercancía  en manos de políticos y banqueros». «Es necesaria una Revolución Ética».

Carta de presentación, seguida de una declaración de principios e intenciones. Estamos en el kilómetro cero.

Un movimiento abierta y rotundamente antiestablishment, saco en el que los muchachos meten gustosamente  los grandes partidos políticos, la banca e incluso los sindicatos.

Se salvan, al menos en parte, los partidos políticos pequeños y ciertas oenegés,  no todas.

Primero habrá que ver qué incidencia tiene el movimiento en las elecciones del próximo día 22. La pseudoizquierda de los Rubalcaba y los Zapatero ya ha realizado gestos y amagos para captar sus simpatías y hacerse con su goloso  voto, mientras que la derecha sigue sin saber qué carta jugar ante un fenómeno social de raíz popular y génesis aparentemente espontánea.

Pero como nosotros sabemos  que no hay generación espontánea,  nos inclinamos a descubrir  un antecedente social suyo en los  botellones de los últimos años y un valedor de su ideología en  el panfleto «Indignaos» de Stéphane Hessel.

Habrá que ver qué queda del movimiento, después de las elecciones del domingo,  cómo evoluciona y en qué cristaliza.  Todo ello en el supuesto de que sobreviva.

En cualquier caso,  uno diría que lo más sensato es tomar nota de que  gente joven de toda España ha pedido la palabra para formular sus  propuestas.

Propuestas que, téngase en cuenta, son quejas.

En líneas generales, no están de acuerdo con el actual estado de cosas  en lo político y lo social y piden que se adopten medidas inmediatas y concretas en aquello que los afecta directamente (trabajo, paro, vivienda, hipotecas, ley electoral, etc.). Son esencialmente pacíficos y cuentan con el apoyo moral de esa ciudadanía anónima, casi siempre silenciosa y silenciada, que con ellos forma el grueso de la sociedad civil.