Artículos del día 5 de diciembre de 2011

Los cuatro subalternos del PSC: un gay y ningún maestro en gay saber

Los estrategas  del PSC esperaron a obtener  el voto  de la charnegada el 20-N, con la complicidad única (¿y  última?)  de la Carme de Roures (vía Miguel Barroso), para iniciar su nueva etapa como facción   pseudoizquierdosa del Partido Único de Cataluña.

Catalanismo separatista al dictado de José Zaragoza y Jaume Roures, eminencias grises con perfidia malsina.

Imagino que  hasta ahora nadie intrigó tanto con tan pocos medios propios y con tantos medios ajenos y contrarios a su intriga.

Tengo  para mí que ni siquiera un hijo de los hijos de Israel.

Tengo asimismo  para mí que la Carme de Roures, ministra de indefensa, ha estado en todo momento al corriente de la intriga y la ha apoyado con celo y fruición.

Llevo años preguntándome por qué en la lengua de estos hijos de las sombras no se emplean nunca, nunca pero nunca, nunca,  palabras equivalentes a las españolas «falso», «falsedad», «traidor» «traición», «cobarde», «cobardía», «desleal», «deslealtad»,  «delator», «delación».

Todo un campo semántico digno de estudio.

Uno de sus referentes limítrofes sería «colaboracionista», concepto que la burguesía instauradora de la «política de la puta i la Ramoneta» ha erigido  en sinónimo de adicto a la causa y, sin pronunciarlo jamás,  reserva a esos   que, más allá de las apariencias impuestas por las circunstancias, ni se entregan ni se rinden sino que  siguen judaizando  en secreto, ya sea en las sacristías, en los conventos o en las mansiones barcelonesas de  Sant Gervasi,  hasta que llega su hora

Los cuatro subalternos del PSC –Miquel Iceta, Joan Ignasi Elena, Pere Navarro y Àngel Ros– dicen que sí, que ha llegado la hora de abandonar el  PSOE y quedarse con los votos de la charnegada.

La Carmeta se lo ha asegurado.

Evidentemente, ellos son cómitres y kapos,  no  maestros en gay saber (fröhliche Wissenschaft).

¿Y qué dicen  los  gerifaltes del PSOE?

Unos –Zapatero,  Rubalcaba, Iglesias, etc.– están de acuerdo y apoyan la intriga   independentista catalana, integrada en la conjura por un Estado federal sin España ni españoles, mientras que otros, capitaneados  por ese bocazas rastrero y  servil llamado José Bono,  están dispuestos a hacer la vista gorda con tal de que, llegado el día de la Constitución, un fenicio  bese la enseña nacional  e incluso  sea capaz de gritar, aunque sea con  la boca pequeña, siempre torcida, ¡viva España!

Sí, ¡viva España!