Felipe VI: ¿ilusión o decepción?
De mi oda a España
Siempre soñé con una patria siempre unida,
libre siempre de atávicos rencores,
abierta siempre a sus tiempos mejores,
siempre a salvo de guerras fratricidas…
19 de junio de 2014. El nuevo rey nos trae una fórmula añeja. Si releemos entre líneas para nuestro capote lo que nos ha leído en voz alta, podemos entender que el muchacho se ha esmerilado y ha puesto mucho interés en hacernos ver que aquí no pasa nada y, por lo tanto, que aquí todo va a continuar igual.
Eso significa entre otras cosas, por ejemplo, que el reyezuelo Arturo va a continuar con sus intrigas, sus plantes-desplantes y sus actos de deslealtad, y no le va a ocurrir nada, y, por lo tanto, que a los hijos de Pujol –la Cigronada— no los va a juzgar nadie y, por lo tanto, que nadie los va a meter en la cárcel.
¿Y la independencia, doble nacionalidad incluida, que la burguesía catalana reclama para ella y sus subalternos aconductats?
Eso habrá que preguntárselo a Enric Juliana, enviado especial de la Generalidad de Cataluña en los Madriles, capital del país vecino.
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