Artículos del día 26 de octubre de 2014

Cristóbal Montoro, contable escandinavo

Cristóbal Montoro apareció en pantalla y compareció ante los españoles en la noche del sábado, 25 de octubre. Los interrogadores de turno le formularon una serie de preguntas trampa sin veneno del bueno, ese que mata a la primera picadura y, no digamos, a la primera ingesta, que, por lo tanto, es también la última.

Más que interrogadores, me parecieron subalternos o, por mejor decir, subalternas en prácticas.

Entiendo que Montoro, actual contable del partido del Gobierno y del Gobierno de España, se sintió cómodo en todo momento, o sea, antes de la comparecencia, durante la comparecencia y  después de la comparecencia.

Yo a lo mío, que para eso estoy aquí, y pelotas fuera.

Entiendo que  Cristóbal Montoro dista mucho de ser un político convencional y, aún más, de ser un político brillante. Pero entiendo asimismo que es un contable eficaz, incluso eficiente y leal.

Entiendo que, en la noche del sábado, Cristóbal Montoro lo tuvo fácil, y, a decir verdad, salió airoso de la prueba y sus añagazas. Pero ni lució ni se lució.

Lucir y lucirse no es lo suyo. El hombre no tiene planta de torero televisivo, defecto que, dado el espíritu de los tiempos imperante hoy en nuestro ruedo, es muy de agradecer.

Entiendo asimismo que tal vez estemos en la vía del capitalismo escandinavo, ese de los funcionarios anónimos que viajan en tren para asistir, verbigratia,  a las reuniones ministeriales.

Ahí me gustaría ver a Pablo Iglesias y su comparsa de colegas.

Entiendo que Cristóbal Montoro pertenece a esa subespecie o especie menor, la del funcionariado anónimo y eficiente, ajeno a vedetismos y corrupciones.

Entiendo que el mensaje de Pablo Iglesias y, por lo mismo, el de Podemos es el mensaje del primer Felipe González, el Isidoro de hace treinta o cuarenta años que algunos conocimos, no el del Felipe González de ahora, aburguesado y acomodado por acomodaticio.

La historia se repite y se repiten sus ciclos.

Aun así,  yo seguiré creyendo en la utopía como reino de la racionalidad y la justicia alcanzado no por la  vía revolucionaria sino por la vía de la acumulación constante y mínimamente sistemática de avances entendidos como otras tantas agresiones/usurpaciones a la irracionalidad y la injusticia.

Entiendo que venimos del caos y somos hijos del caos, pero vamos a la racionalidad y la justicia. Estamos llamados a ser padres de seres racionales y justos.

Mientras tanto, Montoro, tú a lo tuyo. Los números cantan…