Guerra de civilizaciones y más allá
Los atentados terroristas registrados días pasados en Francia pueden entenderse, según se quiera, como un nuevo aviso o como una nueva alarma.
Aviso premonitorio y muy serio enviado por el mundo árabo-musulmán a Occidente y alarma en un Occidente en estado de shock.
Principio de realidad: esto es la guerra.
Entiendo que Occidente haría bien en intentar despojarse, al menos temporalmente, de su (falsa) buena conciencia y con ella de su pretendida superioridad moral, aunque sólo fuera para no entrar en una espiral de corte israelí.
Israel como cerebro y Estados Unidos como brazo armado.
¿Y qué hacemos entonces con Alemania, la Alemania del (futuro) cuarto Reich?
Ya lo tengo. Cerebro y brazo armado de Europa a la vez.
Eso es sólo una posibilidad y no la más probable; en mi opinión, tampoco la más racional.
De hecho hay quien dice que, mientras Estados Unidos se ha convertido en el centinela de la humanidad y sus naciones, Israel lleva décadas actuando como sparring de las comunidades árabes que pueblan los eriales y arenales de Oriente Próximo.
La incorporación del mundo árabo-musulmán a la modernidad europea –su modo de producción y su modelo político y social– pasa por Israel y, en adelante, por Europa.
Curioso pero probable. Y, también, que ese paso-tránsito no será, ni mucho menos, pacífico.
En cualquier caso, yo, aferrado a una ingenua y, por qué no, también supersticiosa visión hegeliano-providencialista de la historia humana y sus avatares, seguiré pensando y creyendo que efectivamente Dios se sirve de las pasiones de los seres humanos para sus fines y, como el buen Francisco, agradeceré haber recibido una sana dosis de inconsciencia (léase ignorancia) para continuar viviendo sin ser devorado por el vértigo que me produce la contemplación de tanto y tan grande horror.