Salvador Sostres, niño poeta
Quiero pensar que Salvador Sostres tiene vena poética e inspiración. Y, también, que, falto de una formación intelectual sólida y, por lo tanto, falto de referentes cardinales, el pobre tiende a refugiarse instintivamente en una retórica enmarañada que le permite chapotear y, en definitiva, sobrevivir, sea penosamente, en las ciénagas de una actualidad política y social que lo desborda y le amarga la vida.
Para mí Salvador Sostres es, pues, ese niño poeta que no sabe ni cómo ni en qué emplear su inspiración, toda vez que no ha adquirido los conocimientos necesarios para levantar una construcción racional y lógica en términos de arquitectura literaria.
Eso es tanto como decir que Salvador Sostres es un escritor nato que no conoce una sola parcela de la cultura humana sobre la que escribir con un mínimo de dominio y coherencia.
A mi entender, por eso es por lo que tiende compulsivamente a echar mano de su inspiración, don innato que puede florecer sin cultivo, y, siempre que puede y le dejan, a darnos gato por liebre (en catalán, fer passar bou per bèstia grossa).
En la práctica, eso significa, entre otras cosas, que Salvador Sostres puede escribir de todo y de nada (¿como Francisco Umbral o como Alfonso Paso?), máxime toda vez que él no es ni de aquí ni de allí, ni de izquierdas ni de derechas, ni separatista ni antiseparatista.
Salvador Sostres es lo que puede y cree que le conviene en cada momento para sobrevivir.
De acuerdo con mi experiencia, un catalán rara vez es una sola cosa y siempre la misma.
Y Salvador Sostres, además de catalán, es un niño con una indiscutible vena poética.
Niño poeta en la selva.
Yo le deseo suerte, pues creo que la necesita.
Nota
A mis 81 años, no creo en la existencia del mal absoluto, negación de Dios; tampoco, pues, en un castigo eterno.
Creo, en cambio, que la maldad humana es, en cada caso concreto, una forma de ignorancia o, si se prefiere, de impotencia.