Grecia: quiebra y más allá
Grecia no paga; en realidad ni puede ni quiere pagar.
A partir de ahí, con una situación de quiebra profunda y persistente, parece razonable y también aconsejable empezar a pensar en el peor de los casos posibles, tanto para Grecia como para el conjunto de la UE, naturalmente incluida España.
En ese sentido, a la postre puede resultar irrelevante que Grecia continúe o no continúe en la UE, pues, si este país no paga, los países que le prestaron dinero y ahora lo reclaman, con Alemania a la cabeza, lo habrán perdido.
Alemania, siempre Alemania, Deutschland, immer Deutschland!
A mi modo de ver, todos o casi todos los grandes proyectos alemanes (y la UE es uno de ellos) tienen dos características fundamentales: un sello imperativo y/o militarista y una dinámica expansiva.
Después del fiasco inmenso que fue la Segunda Guerra Mundial y su Drang nach Osten (expansión hacia el Este), Alemania se rehizo y consiguió la reunificación de sus territorios históricos en una proeza sin parangón en el mundo occidental de nuestros tiempos.
Quien quiera puede entender y decir que la UE como proyecto esencialmente alemán responde a la misma dinámica básica en cuanto expansión hacia el Sur (Drang nach Süden).
En cualquier caso, nueva expansión y nuevo error de cálculo por exceso.
La historia nos dice asimismo que todos o casi todos los grandes errores alemanes son errores por exceso. En este caso, personalmente considero que el error ha consistido y consiste en aplicar a un país meridional como Grecia criterios de responsabilidad y eficacia propios (¿y exclusivos?) de Alemania y los alemanes.
En mi opinión, ahora sólo Alemania –no digo Alemania sola– puede sacar a Grecia y a los griegos de su situación, una situación provocada, a todas luces, por la falta de eficiencia o, si se prefiere, por el exceso de corrupción en sus diferentes niveles: social, político y económico.
Más allá de todo ello, entiendo que, una vez rescatada y puesta a flote su economía, Grecia deberá seguir su propio camino fuera de UE, pues no parece probable ni que el pueblo griego vaya a cambiar de manera de pensar y vivir ni que Alemania esté dispuesta a cargar de nuevo con un enfermo crónico e incurable.
En el ámbito de la economía no hay ni caminos de Damasco ni conversiones paulinas. Y, aunque parezca raro, también los alemanes aprenden de sus errores; perdón, quiero decir de sus fracasos.