De los toros al dolor del mundo
De España me gusta todo, incluido lo que no me gusta.
Con ella me ocurre como con las mujeres. O, al menos, algo parecido.
Considero que el destino de España deben fijarlo los españoles; nunca los no españoles y, aún menos, los antiespañoles.
Pero fijar el destino de España significa ante todo, al menos para mí, construirlo y defenderlo.
Veo en la belleza un antídoto para combatir el dolor del mundo (Weltschmerz), pero me niego a ver belleza en el acto de matar a un animal y convertirlo en espectáculo público y fiesta nacional.
¿Por qué los españoles matamos al animal que constituye nuestro símbolo?
El hecho es que durante toda mi vida vengo arrastrando y sufriendo como propias las contradicciones de España y los españoles. En especial su instinto autodestructivo.