El frenazo del independentismo catalán según García de Cortázar y más allá
Aprecio la preocupación, sin duda profunda y sincera, de García de Cortázar por Cataluña (ABC, 2, 10, 2015) y deprecio lo que para mí es un desconocimiento sobrecogedor de la actualidad catalana, unido, en este caso, a un uso deplorable de la lengua española y sus recursos.
Considero que para un historiador lo pertinente habría sido invocar el eje diacrónico y urdir un relato temporal (¿todo relato es necesariamente temporal?), lo que, a mi entender, lleva implícito un orden humanamente comprensible y racional.
Además, una vez establecido el eje diacrónico, siempre es posible detenerse aquí o allá para analizar y comentar una situación concreta de acuerdo con el eje sincrónico y, resuelta la incidencia, volver al primero, ya en una fase más avanzada del relato-exposición.
Y así sucesivamente hasta alcanzar el fin previsto y fijado.
Metodológicamente, el tiempo permite enlazar y conjugar a voluntad relato diacrónico y exposición sincrónica, historia y sociología.
Entiendo que en su texto García de Cortázar opta por una exposición caótica de unas cuantas ideas, que, por eso mismo, tienen para mí valor de ocurrencias.
De acuerdo con lo que he visto y lo que no he visto, me atrevo a decir que en él no hay ni orden ni método.
Aun así, considero que el texto tiene un indudable valor sociológico en cuanto que recoge y reproduce una preocupación que, convertida en angustia, embarga ahora a muchos buenos y honrados españoles.
La Patria está en peligro, peligro gravísimo de desintegración.
Quiero pensar que para la inmensa mayoría de esos españoles lo de Cataluña constituye un aviso más que serio. ¿El primero o el último?
A partir de ahí, entiendo que las elecciones catalanas del 27 de septiembre pasado pueden interpretarse, según se quiera, como un toque de alarma o un respiro.
A mí, lacerado durante toda la vida por el mal de España, esas elecciones, con todas sus añagazas, me han inspirado un rosario de amargas reflexiones.
Por la vía de los hechos consumados los separatistas han conseguido privilegios y beneficios ilegítimos e ilegales como:
–la institucionalización y la consolidación de la dictadura burguesa de Cataluña;
–la institucionalización y la consolidación del separatismo político y social;
–la consagración oficiosa de la división de la sociedad de Cataluña en dos comunidades: una comunidad minoritaria y opresora, preferentemente de lengua catalana y sentimiento separatista-independentista, y una comunidad mayoritaria y oprimida, preferentemente de lengua española y sentimiento español, según el modelo colonial europeo del siglo XIX o, si se prefiere, el modelo del apartheid sudafricano en el siglo XX;
–la consagración fáctica de la inmersión lingüística, obligatoria y excluyente, en catalán, impuesta por la Generalidad, junto con los organismos y las organizaciones dependientes de ella, en el ámbito de la enseñanza;
–la consagración fáctica de la expulsión del idioma español de todo el ámbito de la Administración pública de Cataluña y sus zonas de influencia;
–la consagración fáctica de la no españolidad de la Administración pública de Cataluña.
En mi opinión, si el descalabro no ha sido mayor se ha debido principalmente a la naturaleza plebiscitaria de la consulta, lo que ha obligado a los organizadores/controladores a dejar que participen los miembros de la comunidad de lengua y sentimiento españoles, rompiendo así el férreo control de votantes y votos impuesto y mantenido hasta ese momento.
Sin esa presencia y esos votos no habría habido plebiscito. Los independentistas lo sabían y lo temían.
Pienso asimismo que las burguesías baja y media, adscritas hoy al independentismo como beneficiarias preferidas y directas de las políticas clientelares de la Generalidad, han visto por primera vez las orejas al lobo y, siempre temerosas, han decidido no seguir adelante por el camino que se les marcaba. «Eso queda para nuestros hijos; ellos darán el paso definitivo» es comentario que puede oírse frecuentemente ahora, servido en la sintaxis elíptica familiar y siempre con sordina, en los ambientes independentistas más pragmáticos y, por eso mismo, también más pegados y apegados a la realidad.
Una vez más las clases medias se atienen a la norma británica de wait and see, que con un poco de imaginación podemos traducir por «esperemos a ver qué pasa».
Aun así, considero que el frenazo o parón del llamado proceso catalán a la independencia se ha debido, en última instancia, a una decisión de sus responsables, conscientes de que «el país» no está en condiciones de avanzar en esa dirección, lo que requeriría dar un peligroso e incierto salto cualitativo, y mucho menos de proclamar la independencia, pues carece tanto de estructuras de Estado como de dinero para financiarlas.
Hay que reservar el derecho a decidir con todas sus consecuencias para mejor ocasión.
Una vez más se ha impuesto el seny. Léase, si se quiere, el sentido pragmático de las burguesías baja y media.
Nota
Me permito recordar al señor García de Cortázar que una sociedad democrática es, entre otras cosas, un universo de opiniones. Al menos, en mi opinión.