Vía catalana a la independencia: de la envolvente a la tenaza
Si hay algo en el ser de los separatistas catalanes que no deja de intrigarme es su incombustibilidad, incombustibilidad de un colectivo humano que se diría condenado por la historia y en la historia a un irredentismo vivido subjetivamente como frustración y flagelación perpetuas.
Una vez instalada en el seno del régimen franquista, no como invitada de honor o aliada y receptora de subvenciones de acuerdo con un pacto global y permanente sino como parte consustancial de su estructura superior y, lógicamente, ahora desprovista de identidad política propia y diferenciada, la burguesía catalana medra y prospera, al tiempo que se expande y se diversifica en beneficio de su promoción individual y corporativa.
A mi entender, lo dicho aquí es válido, con las debidas adecuaciones, para las Provincias Vascongadas y su clase empresarial, burguesa y católica.
Estamos en la segunda mitad del siglo XX y muy pronto nuestras burguesías emergentes, tras endosarse sendos atuendos ideológicos pretendidamente nacionalistas en aras de su legitimación democrática, se alzarán furtivamente contra el llamado Gobierno central, que es tanto como decir contra el Estado con todas sus instituciones y, en definitiva, contra el pueblo español en su dimensión política, social e histórica.
Con un poco de imaginación en ese momento podríamos situar el fin de la primera etapa histórica de la alianza de las tres burguesías ibéricas –castellana, catalana y vasca– y el punto de partida de una segunda etapa histórica con una nueva relación de fuerzas a tres bandas.
Las burguesías vasca y catalana, nacidas al calor de la Revolución industrial y por lo tanto esencialmente burguesas, ni nobles ni aristocráticas, se rebelan contra la burguesía castellana, de estirpe feudal, y su hegemonía política, que antes fue guerrera y religiosa.
Quieren mando propio, no otorgado o delegado, en sus territorios respectivos; en una palabra, soberanía.
Mientras tanto, a Barcelona siguen llegando a diario trenes repletos de trabajadores oriundos de las regiones meridionales más deprimidas (Andalucía, Extremadura, Murcia), que inmediatamente son recluidos con sus familias en los suburbios y las zonas industriales de las principales ciudades de Cataluña. Estos hombres –emigrantes-inmigrantes en su propio país– van a ser los que con su trabajo reactiven la industria textil y pongan en marcha la nueva industrialización de Cataluña, donde con el tiempo formarán una comunidad demográficamente mayoritaria y socialmente marginada. Son, y somos, los charnegos.
Trabajan y callan. Muchos prosperan, más en lo económico que en lo intelectual/cultural y lo social. De hecho, hay parcelas de la actividad laboral y de la vida social pero sobre todo de la gestión política que siempre les estarán vedadas. A ellos y, en buena medida, también a sus hijos.
Naturalmente, la sociedad de acogida quiere hacerse con el producto de la nueva fuerza de trabajo, pero en su fuero interno se opone y se resiste a que esas gentes, llegadas del sur, con su idiosincrasia y sus maneras de pensar y vivir diluyan la identidad catalana y desnaturalicen sus costumbres, en el fondo clasistas y no exentas de tintes xenófobos.
Pero eso no aparece y no se dice ahora, aparecerá y se dirá más adelante.
Y también: Som i serem! (¡Somos y seremos!)
Durante nuestra doble y larguísima posguerra, la burguesía catalana, siempre atenta a su tarea, no tardará en empezar a maquinar para ir colocando paulatina y sigilosamente un número cada vez mayor de agentes, confidentes y colaboradores en la Administración del Estado con sus sucesivos Consejos de Ministros y en la dirección de las grandes empresas públicas y privadas de España, sin olvidar la jerarquía eclesiástica.
Así, sobre el terreno y de primera mano, nuestros futuros separatistas/nacionalistas/independentistas aprenderán cómo funciona la máquina del Estado y, ante todo, cómo se monta y se gestiona una Administración pública.
Para ellos, ideólogos y mentores en cabeza, la lucha contra el franquismo es espionaje y, a partir de cierto momento, sabotaje.
De ahí arranca la trama que, según ellos, debe llevarlos a la consecución de su objetivo.
Con la llegada de la democracia a España –para mí, democracia formal, no real y universal–, los dirigentes de la presunta izquierda catalana, tras burlar la ingenua vigilancia de los socialistas andaluces y castellanos, recluirán a los inmigrantes (¡?) españoles en las cavernas del PSC, donde a partir de ahora tendrán derecho de voto pero no de elección y/o decisión, argucia ominosa y fraude perverso que permitirá a burgueses tan desleales y reaccionarios como los Maragall, los Obiols y los Raventós comercializar sus votos como votos catalanes/catalanistas y endosárselos al PSOE en pago de transferencias de competencias y otros servicios (trapicheo político a la catalana).
La maniobra –apropiarse de los votos de los españoles de Cataluña, en su inmensa mayoría de izquierdas por extracción social, y comercializarlos como votos catalanoseparatistas– será practicada una y otra vez, con variantes adaptadas a las condiciones de cada momento, por el inclusivo y excluyente Partido Único de Catalunya, dirigido y coordinado por sus élites burguesas a lo largo de toda la etapa formalmente democrática hasta hoy. Los resultados serán decididamente positivos para éste, máxime toda vez que ni los estafados en primera persona ni los dirigentes nacionales de sus partidos percibirán el engaño y, por lo tanto, no estarán en condiciones de ponerle remedio.
Aquí nos hemos permitido llamar a esa maniobra, cien veces practicada y siempre con éxito, envolvente catalana. Creo que en esencia coincide con lo que se ha llamado tradicionalmente el abrazo del oso, sólo que, por lo que sé, hasta ahora el catalán nunca ha empleado la fuerza.
En cualquier caso, después del PSC aplicó la maniobra la muy desleal y muy corrupta Convergencia de los Pujol con el Partido Popular y con el Gobierno de España y, acto seguido, una vez más el PSC del ideólogo Maragall con el PSOE de Zapatero.
Ahora parece ser que estamos a punto de presenciar –¡padecer!– una nueva aplicación de la misma andrómina, refinada y perfeccionada, a cargo del ciudadano Rivera, aplicación que, si se quiere, puede verse como una versión actualizada de la Operación Roca, promovida tiempo ha por el incombustible Jordi Pujol i Soley.
Siempre he pensado que Miquel Roca fue sólo un subalterno que, a la vista del sesgo que tomaba la startup, fue sacrificado como tal sin consecuencias graves para el proyecto separatista en su concepción global.
Un dato a tener en cuenta en nuestra historia futura.
A mi entender, el ciudadano Rivera, lo sepa o no lo sepa, lo admita o no lo admita, es uno de los llamados a hacer que la envolvente catalana se convierta, llegada la hora, en una tenaza de hierro, con un gobierno abiertamente separatista en Cataluña y un partido de obediencia catalana, determinante y condicionante, en el conjunto de España. Si se cumple esta predicción, a partir de ahí la burguesía catalana tratará de ejercer su hegemonía sobre el conjunto de los pueblos de España desde una posición de fuerza y una representatividad vendida a la Unión Europea como cambio a mejor en términos de eficiencia o, si se prefiere, de europeidad.
Albert Rivera, joven ambicioso y actor convincente, probablemente estará o querrá estar presente en ese escenario. Relevo de actores políticos o, más exactamente, relevo de burguesías y sus representantes.
¿Me equivoco? Ojalá.
En cualquier caso, he aquí un resumen provisional de lo expuesto.
1) En el tardofranquismo, los separatistas catalanes utilizan a los trabajadores españoles como fuerza de choque y carne de cañón en la lucha callejera y sindical contra el régimen feneciente y, aun así, siempre temido. Falsos comunistas del PSUC y falsos socialistas del PSC actúan como elementos de tracción y enlace al servicio de la burguesía condal, que, mientras tanto, sigue intrigando desde dentro y, poco a poco, desde fuera del franquismo, a la espera de que se clarifique y se defina la situación para comparecer oficialmente en público y proceder a la toma del poder.
Lo de siempre. Y, como siempre, la burguesía en el bando vencedor.
2) En Cataluña, el núcleo burgués apostado en la izquierda por razones tácticas recluye a los obreros españoles en las cavernas del PSC y simultáneamente sus miembros más destacados (Maragall, Obiols, Raventos, Sala y compañía) corren a reunirse e integrarse con sus conmilitones de la derecha en el omnipresente/omnipotente Partido Único de Catalunya.
3) Desde aquí controlarán el país (Cataluña) de acuerdo con un minucioso reparto de funciones y espacios sociales y lo gobernarán siguiendo un régimen de alternancia. Todo ello pactado de antemano y respondiendo a un solo objetivo: el dominio total y absoluto de las instituciones políticas, económicas y sociales de Cataluña y, con ellas, de su sociedad civil.
Consecuentemente, de ahora en adelante la lengua catalana va a ser no sólo vehículo preferente y, a no tardar, obligatorio y exclusivo de las consignas y los mensajes emitidos por la Generalitat, así como por todas y cada una de las instituciones dependientes de ella, sino también seña de identidad individual y colectiva de los sabras catalanes, máxime toda vez que, gracias a la acción impulsora y glorificante de Òmnium Cultural y su conglomerado sociopolítico, dejará de ser una lengua minoritaria para convertirse en una lengua selecta en cuanto que será la preferida por la burguesía y, por encima de todo, la lengua oficial de Cataluña con carácter exclusivo y excluyente.
Ser la lengua de la burguesía significa ser la lengua de la clase dominante y la ideología dominante; por lo tanto, lengua selecta, nunca minoritaria.
Estamos ante la dictadura catalana en lengua catalana, que es lo que tenemos ahora.
4) Al mismo tiempo, como queda dicho, los prohombres de PSC, tras recluir a los obreros españoles (socialistas y comunistas), muchos de ellos antiguos combatientes antifranquistas, en las cavernas del falso partido socialista catalán y dejarlos literalmente sin voz, comercializarán sus votos endosándoselos al PSOE como votos catalanoseparatistas a cambio de un apoyo político siempre calculado e indefectiblemente desleal (marca catalana).
Esa situación perdurará hasta el 27 de septiembre de 2015, fecha del plebiscito en torno a la independencia de Cataluña y curiosamente primeras elecciones mínimamente democráticas que se celebran aquí desde la Transición, pues son las primeras y hasta ahora las únicas en las que los ciudadanos de lengua y sentimiento españoles de esta Comunidad Autónoma participan a título personal y en representación propia, marcando con ello un giro radical respecto a la distribución de fuerzas políticas y a la tendencia predominante en el conjunto del electorado catalán.
5) Como, de acuerdo con una norma nunca escrita pero cumplida inexorablemente, en Cataluña la política deben hacerla y de hecho la hacen siempre y sólo los catalanes, tanto para ellos como para los no catalanes, se silencia deliberada y sistemáticamente la existencia de una comunidad de lengua y sentimiento españoles con derechos democráticos individuales y colectivos, a pesar de que les consta que esa comunidad existe y es claramente mayoritaria. Por eso, uno de los objetivos prioritarios en términos táctico-estratégicos de nuestros separatistas ha sido y es convertir dicha comunidad en una masa amorfa, de modo que, a partir de una situación de impotencia y dependencia, puedan manipularla a su antojo por activa y por pasiva, por acción y por omisión, por la izquierda y por la derecha. Para ello vienen utilizando, entre otros muchos recursos, la concesión o no concesión de subvenciones a sus entidades socioculturales y la asimilación o el rechazo de sus líderes, junto con la integración o la marginación e incluso la eliminación fáctica de sus cabezas pensantes, muchas de ellas aherrojadas y mantenidas en situación de muerte civil desde hace años e incluso décadas.
Pero la comunidad de lengua y sentimiento españoles existe. Ellos la temen y, como la temen, la marginan y, simultáneamente, la instrumentalizan.
6) Ahora, en sus proclamas independentistas, Artur Mas habla de una Cataluña de siete millones y medio de personas que pide mayoritariamente la independencia. Lógicamente en esa cifra están incluidos los cuatro millones y medio de ciudadanos de lengua y sentimiento españoles que vienen sufriendo desde hace más de tres decenios la opresión de una burguesía siempre desleal, siempre oportunista y siempre inmoral.
7) En síntesis, después de utilizar a los españoles de Cataluña como fuerza de choque en la lucha contra el franquismo, en definitiva una dictadura española, la burguesía catalana con sus secuaces de una presunta izquierda ideológica, más dada a la intriga y la conjura clasistas que a la lucha de clases, somete a esos mismos españoles a una opresión que, en última instancia, podemos y debemos definir como una dictadura antiespañola.
Evidentemente, en la actual coyuntura yo fijo la destrucción y la desnaturalización de España como escenario que, a mi modo de ver, debemos eludir con todos los medios disponibles porque entiendo que es el peor de los casos posibles y lamentablemente no el más alejado de nuestro horizonte político.
Fin de ciclo. ¿Fin de la historia de España?
Conclusiones
Durante decenios, a caballo de los siglos XIX y XX, el empresariado catalán vivió entregado a sus negocios en el ámbito de la economía productiva y, nolens volens, aceptó y respetó la existencia de un poder político central superior, del que obtuvo a cambio un corpus de medidas legislativas que protegía su actividad y en cierto modo blindaba su mercado, mercado unitario y exclusivamente español, frente a una siempre temible y temida competencia europea.
Otro tanto cabe decir del empresariado vasco hasta que decidió amparar y financiar las acciones terroristas de ETA. En ese mismo momento, esta bucólica e industriosa región española pasó a convertirse en un infierno para la mitad de sus hijos, conocidos despectivamente como maketos. Muchos de ellos perdieron la vida por el solo hecho de ser y declararse españoles, mientras que otros tuvieron que abandonar labor y hacienda para no correr la misma suerte.
En las largas noches del franquismo feneciente –noches de reflexión y estudio, de intrigas y conjuras–, los ideólogos del catalanismo, tras llegar al convencimiento de que Cataluña, a la que ellos dicen representar, puede y debe tener un poder político soberano propio, ponen en marcha un plan para conseguirlo.
Lamentablemente, ese plan presenta todos los visos de una conjura y, lo que es peor, en la práctica su nueva clase dirigente se muestra interesada no sólo en hacerse con el poder político de una futura nación llamada Catalunya sino también, y sobre todo, en convertir su Administración pública en una parcela privilegiada de la economía especulativa. Todo ello en beneficio de los intereses de la burguesía catalana.
Se diría que ésta no quiere una nación y un estado soberanos sino un paraíso fiscal al servicio, ahora y siempre, de los herederos y descendientes de las cuatrocientas familias históricas.
Pero, al margen del proyecto separatista en marcha –proyecto que nunca será explicado con mínima claridad al conjunto de los ciudadanos de Cataluña–, la realidad nos dice que su actual sociedad civil está formada por una comunidad minoritaria y opresora frente a una comunidad mayoritaria y oprimida. En la superficie, la línea divisoria entre una y otra podría ser la lengua, pero en el fondo se imponen y mandan intereses económicos de casta, clase y comunidad.
¿Y el sentimiento de pertenencia? Retórica, sólo retórica.
En cualquier caso, como queda dicho, aquí y ahora la política la hacen casi exclusivamente los catalanes, tanto para ellos como para los no catalanes. Y es sabido que, para un separatista, catalán es él y el que él dictamina que es catalán.
De hecho, lo que tenemos actualmente en Cataluña so capa de nacionalismo es en el fondo una dictadura burguesa con una mínima apariencia democrática, incluido un pequeño outlet que cumple funciones de respiradero para disidentes y nostálgicos, amén de la función específica de coartada y señuelo democrático.
La burguesía condal controla, además de la actividad económica tradicional, las actividades de todas y cada una de las incontables ramas y ramificaciones políticas, económicas y sociales del Partido Único de Catalunya, aunque sobre el papel aquí existan formaciones que se declaran independientes y dicen responder a las ideologías de todo el espectro social.
Además, en estos momentos el Partido Único de Catalunya se siente llamado a cumplir también y sobre todo funciones de Frente Nacional. Eso significa que actúa simultánea y/o alternativamente de acuerdo con un eje horizontal o sociológico dentro de Cataluña y de acuerdo con un eje vertical o nacional en sus constantes y programados enfrentamientos con lo que ellos llaman Madrid.
Para los separatistas, en Cataluña no existe una comunidad de lengua y sentimiento españoles y, por lo tanto, sus miembros no tienen derechos, ni individuales ni colectivos, ni lingüísticos ni políticos, ni humanos ni cívicos, a pesar de que esa comunidad, además de ser claramente mayoritaria, ha venido soportando y soporta casi en su totalidad y en exclusiva el peso de la economía productiva de Cataluña, mientras que los miembros de su burguesía, tras apoderarse de los resortes de poder y representación democrática, vienen dedicándose con total impunidad a amasar fortunas inmensas mediante operaciones, en su mayoría ilícitas, en el ámbito de la economía especulativa, al que ahora es obligado adscribir el feudo de la política.
Cuando Artur Mas habla de un pueblo que quiere la independencia llega al extremo de incluir en él los cuatro millones y medio de personas que integran la comunidad de lengua y sentimiento españoles, a la que oprime y humilla. Así alcanza la cifra de siete millones y medio, que es la correspondiente a la población total de Cataluña.
Para Artur Mas todos los ciudadanos de Cataluña son separatistas. Po decreto.
Aun así, en mi opinión, todas las instituciones políticas de Cataluña nacidas a raíz de la llamada transición democrática son ilegítimas, ademocráticas e incluso antidemocráticas, en cuanto que provienen de una cadena de fraudes de ley, articulada programáticamene en una conjura de carácter político y económico, y responden prioritaria o exclusivamente a los intereses de una minoría supremacista y opresora.
Lamentablemente, la conjura no se limita a Cataluña y a una minoría demográfica como es su burguesía, cifrada inicialmente en cuatrocientas familias y sus descendientes, sino que abarca también lo que desde hace algún tiempo viene llamándose País Vasco y, dentro de él, una parte considerable de su población, incluidas sus clases política y empresarial. A estos frentes hay que sumar un tercero formado por fuerzas de diversa naturaleza situadas fuera de España.
En definitiva, lo que se busca no es la independencia de dos regiones españolas sino la destrucción total y definitiva de España que, de acuerdo con esa conjura, debe quedar reducida a un puzle de territorios autónomos sin estructura de Estado y, por lo tanto, a merced de las nuevas naciones emergentes peninsulares, en especial de Cataluña.
Entre octubre de 1961, fecha de su primer asesinato, y 2011, año del cese oficial de su actividad “armada”, ETA asesina a unas 850 personas, entre miembros de las Fuerzas del Orden y ciudadanos civiles, mientras que, como queda dicho, otros muchos (hasta un total superior a los 200.000) tienen que abandonar su tierra.
Con ello en Vascongadas se instaura un régimen de terror que divide a la sociedad civil en dos bandos numéricamente equiparables, en el bien entendido que, mientras uno de ellos tiene el apoyo y la protección de ETA, el otro es objeto manifiesto de sus ataques, en los que no faltan los secuestros y los asesinatos.
Esos crímenes y otros muchos son defendidos y justificados globalmente por los líderes políticos de esta Comunidad Autónoma, con Xabier Arzalluz a la cabeza, con argumentos que van desde el derecho a la libertad del pueblo vasco hasta la represión practicada contra él por el Estado español.
Finalmente, en el año 2011 ETA comunica oficialmente el cese definitivo de sus acciones “armadas” y el frente separatista bascula del norte al noreste de España.
Después de esos años de plomo queda un país vasco dividido y traumatizado, mientras que el Gobierno del Estado se ha debilitado peligrosamente y los separatistas catalanes no han dejado de intrigar y seguir adelante con su plan independentista.
De hecho, combinando actos de amenaza, prepotencia y victimismo, los separatistas catalanes han conseguido privilegios y ventajas inimaginables e inadmisibles en un Estado de derecho auténtico, hasta situarse a las puertas de la independencia mediante un derecho a decidir que –¡oh vergüenza!– reside en ellos y sólo en ellos.
Ahora, en el año 2015, España se ve abocada a su autodestrucción por la traición de unos, la desidia de otros y un incumplimiento generalizado de la Ley que está a punto de provocar fatalmente el hundimiento de nuestra Nación.
Por todo ello, considero que ha llegado la hora de restablecer el Estado de derecho en el conjunto de España para, acto seguido, desmontar la dictadura separatista implantada en Cataluña por élites burguesas desleales y procesar a todos sus responsables.
¿Delitos? Prevaricación, sedición y deslealtad a la Constitución hoy legalmente vigente en todo el territorio español, así como malversación organizada y sistemática de caudales públicos y comercio (tráfico) organizado y sistemático de influencias.
Eso para empezar.
Para un patriota, esos y otros muchos delitos, todos ellos impunes hasta el momento presente, se resumen en uno solo: traición a la Patria.
Síntesis
Por la vía de los hechos consumados los separatistas catalanes han conseguido hasta hoy privilegios y beneficios ilegítimos e ilegales como:
–la institucionalización y la consolidación de la dictadura burguesa de Cataluña;
–la institucionalización y la consolidación del separatismo político y social;
–la consagración oficiosa de la división de la sociedad de Cataluña en dos comunidades: una comunidad minoritaria y opresora, preferentemente de lengua catalana y sentimiento separatista-independentista y una comunidad mayoritaria y oprimida, preferentemente de lengua española y sentimiento español, de acuerdo con el modelo colonial europeo del siglo XIX o, si se prefiere, el modelo del apartheid sudafricano en el siglo XX;
–la consagración fáctica de la inmersión lingüística, obligatoria y excluyente, en catalán, impuesta por la Generalitat, junto con los organismos y las organizaciones dependientes de ella, en el ámbito de la enseñanza pública;
–la consagración fáctica de la expulsión del idioma español de todo el ámbito de la Administración pública de Cataluña y sus zonas de influencia;
–la consagración fáctica de la no españolidad de la Administración pública de Cataluña.
Sabadell, 12 de octubre de 2015, día de la Hispanidad.
De mi Oda a España:
En este aciago avatar de tu historia,
herida por hijos tuyos con alma de hiena,
siento un hervor de sangre en las venas
que me quita la razón y devuelve la memoria.