Última intentona fallida del separatismo catalán
Tras la declaración solemne y rotunda de nuestro Rey Felipe VI el Juicioso —La Constitución prevalecerá, que nadie lo dude–, podemos decir aliviados que la última intentona del separatismo catalán pertenece ya a la historia de su irredentismo.
Evidentemente, ahora toca trabajar a fondo en desmontar el entramado de eso que ellos no quieren que se llame conjura por la sencilla razón de que lo ha sido y lo es.
¿Palabra proscrita del vocabulario separatista pretendidamente culto como, en el extremo opuesto, España?
En los últimos tiempos, a medida que los líderes separatistas aceleraban la marcha hacia el abismo del caos total –político, social y económico–, fueron asimismo en aumento las voces que avisaban del gravísimo peligro que amenazaba a los ciudadanos de Cataluña en su conjunto y pedían con urgencia una rectificación, dicho sea con la palabra clave –¿taumatúrgica?– empleada por el director de La Vanguardia, Màrius Carol, en su memorable editorial del pasado día 10.
Entendí y entiendo que por boca de Màrius Carol hablaba la burguesía catalana del seny, burguesía histórica y, por eso mismo, siempre presente.
De hecho, tanto La Vanguardia como otros medios de comunicación venían recogiendo desde hacía meses el desasosiego imperante en la sociedad civil de esta región española, al reproducir en sus páginas las opiniones de intelectuales y políticos de diferentes tendencias y su empeño en denunciar la situación que se estaba viviendo dentro de sus fronteras.
Aunque este escrito sea un apunte de urgencia, quiero hacer constar que, en mi opinión, el mérito de la oposición al separatismo corresponde ante todo a la comunidad de lengua española y sentimiento español de Cataluña.
Esta comunidad, después de ser marginada e instrumentalizada durante más de tres decenios, hizo acto de presencia en el referéndum-plebiscito del 27 de septiembre pasado y con sus votos abortó y desbarató la conjura separatista; perdón, la alocada carrera de los políticos independentistas hacia el abismo del caos total.
Eran las primeras elecciones mínimamente democráticas que se celebraban en Cataluña desde la Transición.
El resultado lo dice.