Alemania y sus problemas
Hablo con un amigo alemán. Coincidimos. Cuando Alemania no tiene problemas se los busca. Como ahora. Los problemas de Alemania son siempre o casi siempre problemas de crecimiento. En su caso, crecimiento significa expansión. Expansión territorial más allá de sus fronteras, que no las tiene. Tampoco las quiere. Tampoco las respeta.
Alemania es una potencia continental. A escala europea es una gran nación, siempre dispuesta a engullir lo que se le ponga a tiro, dicho sea sin segundas intenciones.
Voluntad de ser y voluntad de poder.
Pero, como Europa es pequeña, Alemania es una pequeña gran potencia. No parece que un día pueda competir con Estados Unidos, China y Rusia.
Además, Alemania se ha debilitado gravemente en los últimos tiempos. La Unión Europea es un proyecto político y económico de dudoso resultado final. Máxime concebido como estructura o coraza al servicio de Alemania. Sus enemigos históricos no la pierden de vista. Cabe pensar que detrás del levantamiento y la difusión del feo asunto de la Volkswagen, entre otros, están países como Estados Unidos, Reino Unido y, por supuesto, Israel, pero el fraude existe y es inmenso, como inmenso es el daño causado a la economía y al prestigio de Alemania.
Dudoso es asimismo el resultado de la política preconizada por Alemania en el asunto de los refugiados. Una vez más, su programa de acogida parece sumamente arriesgado. Lo más probable es que tarde o temprano provoque reacciones xenófobas en las capas inferiores y medias de la sociedad alemana.
Como en el pasado.
A los alemanes les gusta dirigir o, más exactamente, mandar, pero les cuesta aprender.
Una cosa parece cierta. En la adversidad nunca les ha faltado el espíritu de lucha. En realidad se crecen con el castigo como los toros bravos.
Quién pudiera llorar con sus ojos…
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