Debate: cuatro presentes y uno ausente
A mi modo de ver y entender, el debate televisivo de la noche del lunes, 7 de diciembre, en la Sexta estuvo marcado en buena medida por la presencia verbal de un ausente físico: Mariano Rajoy.
Tres atacantes contra una defensora, cuatro contendientes, cuatro debatientes.
¿Resultado? Combate nulo.
Los tres afearon al PP y concretamente a su líder máximo no acudir al debate. Una retirada táctica, al parecer oportuna, al parecer poco elegante, al parecer legítima, al parecer poco democrática.
Personalmente considero que toda formación política tiene derecho a organizar sus campañas electorales como quiera. Otra cosa es el motivo o los motivos que la llevan a adoptar determinadas medidas.
Para mí eso significa que el PP actuó en su defensa, pero entiendo que, si la defensa es legítima, el motivo de la defensa es ilegítimo: corrupción.
Decenios de corrupción institucional. Un problemón tan grave como difícil de tratar y resolver.
Por eso, precisamente por eso se ha recurrido a la táctica de dejar pasar el tiempo hasta que caiga en el olvido. Triste, pero inevitable. Lo contrario podría traer consigo el hundimiento del aparato del Estado y el sistema democrático. Eso lo saben todos o casi todos los políticos. Desde Felipe González hasta Mariano Rajoy, sin excluir el Rey.
Soraya de Santamaría, subalterna en funciones de sustituta, actuó con la habilidad y la entrega que la caracterizan. Defendió su parcela sin excederse ni extralimitarse. Por lo tanto, en mi opinión cumplió con dignidad su cometido. No sólo no perdió el debate sino que puede decirse incluso que, en cierto modo, lo ganó.
A juzgar por la bomba que Albert Rivera tenía ya a punto en la mano, probablemente Rajoy no habría salido ileso ni del lance ni del trance.
Yo diría que, en resumidas cuentas, el debate se cerró sin vencedores ni vencidos y que cada partido representado conservará, más o menos, los votos que tenía antes de esta escenificación democrática.
Quizás alguien esperaba más de Albert Rivera; yo me quedo con la habilidad femenina de Soraya de Santamaría para cumplir su difícil cometido: hacer frente a la acusación por corrupción y pregonar los éxitos de su partido en el ámbito de la economía.
Sigo echando en falta que los debatientes no se refirieran ni al cumplimiento/incumplimiento de las disposiciones de nuestra Constitución ni a los mecanismos de control para atajar los casos de corrupción y/o incumplimiento de las leyes.
En eso seguimos muy lejos de la Europa que desde siglos marca la ruta del futuro.
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