Rajoy en TV
Vi y oí a Mariano Rajoy en el programa de la Sexta de ayer moche.
Nada nuevo.
Rajoy es previsible en lo que dice y en lo que calla y, por callar, oculta.
Aunque considero que utiliza en exceso el pronombre yo, se diría que no quiere ser protagonista a toda costa. En cualquier caso, no se recrea en la suerte de varas sino que más bien se resiste a hacer sangre con la persona que tiene delante. Parece que lo suyo es eludir problemas y esquivar peligros.
Sólo habla de aquello que tiene decidido y pensado hablar. En las situaciones comprometidas se sirve del capotazo y el despiste a la gallega.
Rajoy es huidizo.
Por lo que oí, me atrevería a decir que en su comparecencia sólo se definió de manera rotunda en el tema de la unidad de España, que, dicho sea de paso, es el que más me interesa.
Pero lo hizo también a la gallega; o sea, sin grandes aspavientos retóricos.
Entiendo que Mariano Rajoy posee alma de funcionario y corazón de subalterno. No parece que tenga grandes enemigos y grandes fobias; tampoco grandes amores y grandes filias.
Lo veo más como sueco que como español, más del norte que del sur, más fichando día tras día, año tras año en un negociado de la Administración pública que luchando a brazo partido en la empresa privada.
Dada su condición de hombre gris, no perderá unas elecciones si están ganadas y tampoco las ganará si están perdidas.
Mariano Rajoy es previsible y, previsiblemente, revalidará su mandato al frente del PP y el Gobierno de España por otros cuatro años.
Albert Rivera, el Noi de la Boqueria, lo espera.
Santamaria, ora pro nobis!
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