Considero que el Partido Popular está obligado a llevar a cabo, cuanto antes, una limpieza total de sus cuentas.
Ya debería haberla hecho, sin más demora y sin más subterfugio, cuando se destapó el caso Bárcenas. En lugar de ello, optó por la trampa.
Desde entonces, una trampa tras otra, un enredo tras otro, un caso de corrupción tras otro.
Y, en todos ellos, Mariano Rajoy en calidad de encubridor, como mínimo. Y, muy probablemente, no sólo en calidad de encubridor.
Parece evidente que tenía conocimiento de lo que ocurría con las cuentas de su partido y, por encima de todo, estaba obligado a tenerlo y en cualquier caso a investigar el estado de esas cuentas.
No hizo nada de todo ello y optó por echar tierra encima de tanta inmundicia y, después de alejarse de ella cuanto pudo, dejar que pasara el tiempo.
El tiempo ha pasado y la corrupción sigue ahí. Ahora ya afecta a todo el partido; al menos, a toda su dirección.
Y, como Mariano Rajoy sigue sin querer hacer frente al problema, parece lógico que, como primera medida, haya que prescindir de él.
Actualmente, toda la política del PP está hipotecada por la corrupción acumulada durante algo así como treinta años. Lamentablemente, la política del PP es, en muchos casos, la política del Gobierno y la política del Gobierno es, en muchos casos, la política del Estado.
Creo que ha llegado la hora de hacer frente a la situación y cortar por lo sano.
Los daños pueden ser inmensos, pero, a mi modo de ver, los daños serán aún mayores si se sigue por ese camino.
Es necesario y urgente proceder a la regeneración del Partido Popular, empezando por su cabeza.
Nota
Si la dirección del PP se niega a hacer limpieza en sus cuentas, es perfectamente imaginable que el catalán Albert Rivera termine liderando la derecha española, algo que, a medio plazo, puede ser tan pernicioso para España y los españoles como un gobierno de Podemos con Pablo Iglesias como vicepresidente o, peor aún, como presidente. Naturalmente, en mi opinión.