Artículos de enero de 2016

Frente a los separatistas y el caos, patriotismo

Los separatistas catalanes planearon el caos para sumergir en él a España y los españoles. Ellos quedarían fuera como beneficiarios únicos y absolutos de la situación.

¿Fin de la historia de España?

Lamentablemente para los separatistas, ellos  han sido los primeros en ser engullidos por el caos.

Caos catalán.

Todos contra todos y todos traicionados por todos.

La deslealtad se ha impuesto una vez más y el irredentismo parece perpetuarse.

España aún puede salvarse, y se salvará si los españoles aprenden la lección.

El patriotismo es lealtad y racionalidad.

Cataluña: fracasa la dictadura burguesa, triunfa el irredentismo

Todas las instituciones creadas en Cataluña tras la instauración de un régimen (formalmente) democrático en el conjunto de España son ilegítimas e inconstitucionales, toda vez que responden prioritaria o exclusivamente a los intereses de una minoría opresora. La comunidad mayoritaria y oprimida ha sido excluida prácticamente de la vida pública y, reducida a la impotencia, ha tenido que ver cómo los votos de sus miembros eran capitalizados y negociados como propios por la minoría opresora mediante el uso sistemático y continuado de prácticas dolosas, entre las que siempre han estado presentes la compra de voluntades y la incentivación de la deslealtad, junto con la marginación y el repudio social del disidente contumaz (muerte civil).

Se ha consumado la fractura de la sociedad de Cataluña, que ahora aparece claramente dividida en dos comunidades desiguales: una comunidad  minoritaria que propugna la independencia y una comunidad mayoritaria que, abandonada a su suerte, se declara —¡silenciosamente!– contraria o ajena a ella.

En estos momentos es tan necesario como urgente desmontar la dictadura implantada en Cataluña por sus élites burguesas desleales y restablecer en esta comunidad autónoma el Estado de derecho que, más allá de la falsa apariencia democrática, aquí ha quedado reducido a la condición de proyecto fallido, ya que en realidad sólo existió en el momento inicial del régimen democrático, sancionado con la proclamación de la Constitución en 1978.

Si hay algo en el ser y el existir de los separatistas catalanes que nunca ha dejado de intrigarme es su irreductibilidad, irreductibilidad de un colectivo humano, ni pueblo ni nación, que se diría condenado por la historia y en la historia a un irredentismo vivido subjetivamente como frustración y flagelación perpetuas e inmisericordes.

Margarita: mit Dir musizieren

Hay criaturas que, como la mejor música, nos acercan a la espiritualidad.

Margarita, música viva para mi oído, es una de esas criaturas.

Hacienda

Entiendo que, en principio, Hacienda son todos los españoles que pagan religiosamente sus impuestos.

El problema está, evidentemente, en los que defraudan.

¿Son  Hacienda también ellos?

En mi opinión, sí, pero han de figurar no en el Haber sino en el Debe  de la contabilidad del Estado.

Ocho apellidos judíos

Considero que el actual  puede ser un buen momento para rodar y ofrecer al público de los gentiles una película con el título de Ocho apellidos judíos (como mínimo). (Ya se sabe que los ortodoxos y ultraortodoxos se empeñan en perpetuar la estirpe.)

El film podría dirigirlo alguien como Tarantino, pero parece que el protagonista ideal sería Buddy Allen en el papel de rabino con estudios o aficiones de psicoanalista y tendencia a los desequilibrios psíquicos.

En cualquier caso, ¡kosher!

Ibarra: sacarlos de su error

Como cita y anáfora de una realidad llamada España, el texto de Rodríguez Ibarra en un diario capitalino que, a mi modo de ver, fue y sigue siendo el diario de todos los españoles (ABC, 16,1,2016) me inspira, entre otras muchas, estas consideraciones:

El  patriotismo de Rodríguez Ibarra queda de manifiesto en este texto que considero nacido de una honda y sincera preocupación por el presente y el futuro inmediato de nuestra nación ante el embate del separatismo catalán.

«Mi voto al PSOE –dice Ibarra– es incompatible con el préstamo de cuatro senadores a ERC y Democràcia i Llibertad».

Antes, Ibarra ha comparado e incluso ha equiparado a los independentistas  Carme Forcadell y Carles Puigdemont con Antonio Tejero, el conocido golpista del 23F, aduciendo como argumento que «los tres se rigen por el mismo esquema sedicioso».

Evidentemente, Ibarra tiene derecho a comparar e incluso equiparar  a los separatistas catalanes con el sedicioso Tejero, pero parece evidente que mientras este último atentó contra un régimen político (la democracia parlamentaria), los separatistas atentan ahora no sólo contra ese mismo régimen sino también —y sobre todo— contra España: su esencia y su existencia, cosas ambas que Tejero trataba de defender a su manera porque consideraba que estaban en grave peligro.

Lo estaban y lo están, y no precisamente desde hace cuatro años como parece decir y creer el bienintencionado e ingenuo socialista extremeño.

Y si Ibarra se sitúa en una posición equidistante entre Tejero, en definitiva un ultra español, y los separatistas catalanes, no parece que tenga muchos motivos para escandalizarse de que la dirección de su partido practique en estos momentos un indigno e indignante comercio con los separatistas catalanes basado en la compra-venta de votos: votos españoles por votos antiespañoles.

Si «sacarles del error» es gramaticalmente imposible, sacarlos del error es posible y urgente. Para ello hace falta,  además de lealtad, una perspicacia que, por desgracia, no vislumbro en el bando de Ibarra,  que –quiero creer– en el fondo es el mismo de Tejero.

¿O no?

Entiendo que, en definitiva, para hacer frente al separatismo catalán es necesario estar en condiciones de reproducir el proceso mental de sus líderes y saber que todas sus acciones tácticas y estratégicas se basan en la perfidia más desleal.

No se trata de utilizar sus armas sino de conocerlas para poder contrarrestarlas con los medios que el Estado de derecho pone a disposición de sus representantes políticos.

Hasta ahora los españoles no hemos sabido hacerlo. ¿No será acaso porque el primer enemigo está dentro de nuestras filas?

Pedro Sánchez: ambición, deslealtad, ignorancia

Parece ser que, arrastrado por  su ambición, el seudosocialista Pedro Sánchez está empeñado en engañar, de una parte, a sus compañeros de partido y con ellos a todos los españoles y, de otra, a los separatistas catalanes y con ellos a todos los catalanes.

Una amalgama letal de ambición, deslealtad e ignorancia.

Historia de España: del garrotazo a la traición

En su pintura La riña, también conocida como Duelo a garrotazos, Goya nos legó un retrato vivo de la ciudadanía española de su tiempo en las figuras de dos lugareños que, hundidos en barro hasta las rodillas, se disponen a dirimir  sus diferencias a golpe de garrote.

Ahora, transcurridos algo así como doscientos años, nuestros políticos, sin duda arrastrados por el espíritu de los tiempos,  se empeñan en convencernos de que hay una manera más civilizada de dirimir las diferencias entre ciudadanos e incluso de vivir y convivir.

La clave de esa nueva manera de vivir y convivir se llama diálogo y la clave del diálogo se llama pacto.

Se nos viene a decir que en el diálogo y en el pacto, su consecuencia lógica y necesaria, cristalizan tanto el espíritu democrático como el régimen democrático.

La democracia es diálogo y el diálogo es pacto.

Lamentablemente, la experiencia nos está mostrando y demostrando que, en su inmensa mayoría, los pactos de nuestros políticos son en realidad trampas y las trampas son en realidad traiciones.

Así, nuestros políticos unas veces hacen pactos contra natura  en cuanto que pactan algo que en ningún supuesto están autorizados a pactar y otras veces hacen pactos que nunca han pensado cumplir, pues son meros recursos tácticos para obtener votos en las elecciones.

En definitiva hemos pasado del garrotazo a la traición por la  la vía del pacto.

En otras palabras, de la España invertebrada a la España desvertebrada.

La desunión de la izquierda que quiere Pablo Iglesias

Entiendo que la unión es conceptual e históricamente el punto de partida y llegada de todos los movimientos de izquierdas, partidos políticos incluidos.

Se nos dijo y se nos enseñó que, mediante la unión, la cantidad podía (¿debía?) superar a la calidad y, llegado el momento, provocar incluso el necesario (¿inevitable?) salto cualitativo.

Doctrina social que es también, y sobre todo, doctrina ética.

Se busca la unión y, a través de ella, la solidaridad de todos los seres humanos.

(Como patriota debo reconocer que la solidaridad universal es infinitamente superior a todo sentimiento patriótico).

Todo eso, en teoría. O en la práctica de otras sociedades, otros pueblos y otros tiempos.

En nuestra sociedad, nuestro pueblo y nuestro huso horario no es, ni mucho menos, así.

En España tenemos una izquierda que no sólo ha predicado y ha practicado siempre o casi siempre la desunión de la sociedad (y con ella, inevitablemente, la desunión de los españoles, trabajadores incluidos) sino que, como impulsada por una querencia fatal, ha buscado siempre la complicidad de nuestros queridos e indeseables separatistas.

Entiendo que en la práctica buscar la compañía de nuestros separatistas significa estar dispuesto a someterse al dictado y los intereses de una burguesía doblemente insolidaria e indefectiblemente desleal.

Eso es lo que, al parecer, está dispuesto a hacer ahora el tal Pablo Iglesias, líder de Podemos que, después de hartarse de criticar a la casta burguesa y explotadora, se muestra impaciente por  emprender con su ala más desleal e insolidaria el viaje que debe llevarnos –¿inexorable y definitivamente?–  a la desintegración de España.

Naturalmente, con él como Vicepresidente del Gobierno de todas las Nacionalidades ibéricas.

Democracia: leyes y control

La experiencia me dice y me repite a diario que para que haya democracia tienen que cumplirse las  leyes y para que  se cumplan las leyes tiene que haber un sistema de control real y eficiente.

Un sistema de control que actúe.

La experiencia me dice y me repite a diario, asimismo, que a los españoles no nos gustan los controles ni en el trabajo ni en la política; de hecho, ningún control, en ninguna parte.

Y, mal que nos pese, el fracaso de los controles es el fracaso del sistema.

¿Por qué entre nosotros se relaciona siempre o casi siempre la inteligencia práctica con hacer trampa y quedar impune?

¿Nos está vedado para siempre  el camino que conduce a la Europa de la Ilustración y la democracia avanzada y consolidada?

Nos quejamos, pero no aprendemos, que también es una forma de hacer trampa. .

PP: corrupción y limpieza

Considero que el Partido Popular está obligado a llevar a cabo, cuanto antes,  una limpieza total de sus cuentas.

Ya debería haberla hecho, sin más demora y sin más subterfugio, cuando se destapó el caso Bárcenas. En lugar de ello, optó por la trampa.

Desde entonces, una trampa tras otra, un enredo tras otro, un caso de corrupción tras otro.

Y, en todos ellos,  Mariano Rajoy en calidad de encubridor, como mínimo. Y, muy probablemente, no sólo en calidad de encubridor.

Parece evidente que tenía conocimiento de lo que ocurría con las cuentas de su partido y, por encima de todo, estaba obligado a tenerlo y en cualquier caso a investigar el estado de esas cuentas.

No hizo nada de todo ello y optó por echar tierra encima de tanta inmundicia y, después de alejarse de ella cuanto pudo, dejar que pasara el tiempo.

El tiempo ha pasado y la corrupción sigue ahí. Ahora ya afecta a todo el partido; al menos, a toda su dirección.

Y, como Mariano Rajoy sigue sin querer hacer frente al problema, parece lógico que, como primera medida, haya que prescindir de él.

Actualmente, toda la política del PP está hipotecada por la corrupción acumulada durante algo así como treinta años. Lamentablemente, la política del PP es, en muchos casos, la política del Gobierno y la política del Gobierno es, en muchos casos, la política del Estado.

Creo que ha llegado la hora de hacer frente a la situación y cortar por lo sano.

Los daños  pueden ser inmensos, pero, a mi modo de ver, los daños serán aún mayores si se sigue por ese camino.

Es necesario y urgente proceder a la regeneración del Partido Popular, empezando por su cabeza.

Nota

Si la dirección del PP se niega a hacer limpieza en sus cuentas, es perfectamente imaginable que el catalán Albert Rivera termine liderando la derecha española, algo que, a medio plazo, puede ser tan pernicioso para España y los españoles como un gobierno de Podemos con Pablo Iglesias como vicepresidente o, peor aún, como presidente. Naturalmente, en mi opinión.

Ni Felipe González ni Pedro Sánchez, España

Considero que la situación de interinidad en la que España se encuentra en estos momentos se debe esencialmente tanto a la corrupción económica del PP, partido del Gobierno, como a la falta de sentido de Estado, otra forma de corrupción, de los partidos situados de facto en la oposición.

Aun así, entiendo que hay que promover la coalición formada por el PP, el PSOE y C’s como solución más expeditiva y en la práctica menos traumática y menos nociva  para España en la situación actual.

Para ello considero que  sería necesario  firmar antes un acuerdo institucional por el que el PP se comprometiera solemnemente a:

1º. Investigar, perseguir, castigar y eliminar  todos los focos y todos los casos de corrupción que se han dado en este partido durante los últimos treinta años y han ocasionado daños graves a España y los españoles.

El período de investigación podría ser inicialmente  de seis meses a un año, a partir de la fecha en la que se firmara el preceptivo documento.

2º. Someter periódicamente el resultado de las investigaciones a un comité de expertos del que, en cualquier supuesto, deberían formar parte representantes del PSOE y C’s, entre otros.

En el caso de que el PP no cumpliera fiel y lealmente su cometido se procesaría a todos los  dirigentes del partido durante los últimos treinta años.

Se entiende  que el proyecto debería contar con el aval y el refrendo  expresos de Felipe VI Rey de España y todos los españoles.

En cuanto proyecto, esta propuesta tiene como premisa ineludible la sustitución inmediata de Mariano Rajoy al frente del partido del Gobierno por una persona (o personita) limpia de toda mancha y toda sombra de mancha.