La desunión de la izquierda que quiere Pablo Iglesias
Entiendo que la unión es conceptual e históricamente el punto de partida y llegada de todos los movimientos de izquierdas, partidos políticos incluidos.
Se nos dijo y se nos enseñó que, mediante la unión, la cantidad podía (¿debía?) superar a la calidad y, llegado el momento, provocar incluso el necesario (¿inevitable?) salto cualitativo.
Doctrina social que es también, y sobre todo, doctrina ética.
Se busca la unión y, a través de ella, la solidaridad de todos los seres humanos.
(Como patriota debo reconocer que la solidaridad universal es infinitamente superior a todo sentimiento patriótico).
Todo eso, en teoría. O en la práctica de otras sociedades, otros pueblos y otros tiempos.
En nuestra sociedad, nuestro pueblo y nuestro huso horario no es, ni mucho menos, así.
En España tenemos una izquierda que no sólo ha predicado y ha practicado siempre o casi siempre la desunión de la sociedad (y con ella, inevitablemente, la desunión de los españoles, trabajadores incluidos) sino que, como impulsada por una querencia fatal, ha buscado siempre la complicidad de nuestros queridos e indeseables separatistas.
Entiendo que en la práctica buscar la compañía de nuestros separatistas significa estar dispuesto a someterse al dictado y los intereses de una burguesía doblemente insolidaria e indefectiblemente desleal.
Eso es lo que, al parecer, está dispuesto a hacer ahora el tal Pablo Iglesias, líder de Podemos que, después de hartarse de criticar a la casta burguesa y explotadora, se muestra impaciente por emprender con su ala más desleal e insolidaria el viaje que debe llevarnos –¿inexorable y definitivamente?– a la desintegración de España.
Naturalmente, con él como Vicepresidente del Gobierno de todas las Nacionalidades ibéricas.
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