¿La hora de los traidores?
Me temo lo peor, pero me resisto a aceptarlo y, una vez más, espero el milagro; el milagro de que España se salve, también ahora, de su ruina.
Ruina y traición. Traición y ruina.
De los cuatro subalternos –Rajoy el Ausente, Sánchez el Guapín, Iglesias el Descreído y Ribera el Catalán leal–, este último es, para mí, el único que da la talla.
Debo reconocerlo; nobleza obliga.
Intento que mis prejuicios no me impidan ver y reconocer que este catalán está dando muestras –¿las únicas?, ¿las más sinceras?– de que es un español con sentido de Estado y visión patriótica.
Cabe la posibilidad de que Albert Ribera sea a un mismo tiempo la salvación de España y el antídoto de la felonía de los otros catalanes.
Me fío de él y, en no menor medida, de García Albiol, el gigante de Badalona.
Al menos estos dos no nos defraudarán. Yo así lo creo.