De Albert Rivera a Paul Preston pasando por García Albiol
Recientemente, Albert Rivera ha hecho unas declaraciones que, de ser ciertas, en mi opinión constituyen una clara injerencia en los asuntos de un partido que no es precisamente el suyo.
Hablo en concreto de su veto a Mariano Rajoy, Soraya de Santamaría y Dolores de Cospedal.
Considero que en este caso la medicina podría consistir en aplicarle el mismo tratamiento a él y a su partido.
O sea, que el máximo dirigente del PP vetara a todos aquellos que militan en Ciudadanos y no son de su agrado.
Personalmente me conformaría con que de ese modo quedaran al descubierto algunos de los muchos ciudadanos criptoseparatistas que viven bajo el amparo de Albert Rivera en espera de su hora.
A medio plazo, el objetivo es que el destino de España sea decidido por separatistas catalanes: uno en Madrid y otro en Barcelona.
El trabajo del ciudadano Rivera consistiría en preparar el terreno.
Por eso, precisamente por eso, yo sólo estoy dispuesto a dejarme convencer por un catalán con el alma de Xavier García Albiol, conocido en este reducto como el Gigante de Badalona.
Y, aunque considero que Paul Preston afina en sus últimas consideraciones sobre España y los españoles, disiento levemente en su diagnóstico sobre nuestros males históricamente capitales: corrupción, ineficiencia de los políticos y violencia social.
Sí, esos males existen y son constantes y graves, pero, a mi modo de entender y sentir, hay uno infinitamente peor:
Nuestro instinto cainita y autodestructor.
Como para Ángel Ganivet, para mí ser español es un destino trágico.