Aznar y el PP
Me malicio que Aznar sueña desde hace bastante tiempo con ser esa figura superior a la que se vuelven todos los ojos del Partido Popular, no sólo los de Rajoy, en demanda de consejo cada vez que surge una de esas situaciones en las que, a su entender, está en juego algo importante para su formación política y sobre todo para España.
Un síndrome común a muchos políticos, grandes y pequeños, a lo largo de la historia. Evidentemente, la imagen que sus conciudadanos tienen de ellos no se corresponde con la que cada uno de ellos tiene de sí mismo.
En la mayoría de casos habrán de resignarse y aceptar la realidad social, siempre superior y más poderosa que la realidad subjetiva e individual.
Por eso me malicio asimismo que, aparte de rechazar títulos «nobiliarios» puramente decorativos, el «Anzar» de George W. Bush y las Azores no se alejará realmente, ni poco ni mucho, de un partido que considera, en gran parte, obra suya.
No me parece probable, pues, que el hombre decida crear y dirigir una formación política de nuevo cuño, por mucho que le calienten la cabeza.
Ni siquiera en grado de tentación o tentativa.
En cualquier caso, a mi modo de ver eso sería muy malo para España no sólo porque, en el ámbito de la insolidaridadd y las divisiones, ya tenemos bastante con la falta de sentido de Estado del PSOE y Podemos, unida a la incurable deslealtad de las burguesías separatistas, sino también y sobre todo porque el Partido Popular es, hoy por hoy, el último y único bastión sólido en la defensa de nuestra Patria y su unidad.