¿Proceso o conjura?
Hace como cuatro décadas, los separatistas catalanes impartieron e impusieron la consigna de que en el nuevo escenario político no se empleara la palabra conjura, que, según ellos, formaba parte de la semántica y la nomenclatura política de la dictadura franquista y en el imaginario colectivo remitía directamente a conceptos tan repudiables como conjura judeomasónica y similares.
Los ingenuos españoles se lo creyeron y los separatistas y sus adláteres, incluidos los pseudodemócratas de la tercera vía, se salieron con la suya.
La palabra conjura desapareció del comentario político, pero no su realidad.
De hecho, los separatistas catalanes se han pasado la vida tramando intrigas y conjuras contra España y los españoles, pero procurando asignarles siempre nombres tan inocuos como inicuos.
De momento, el último de esos nombres es proceso. Evidentemente, proceso hacia la independencia y, evidentemente, proceso hacia la independencia de Cataluña y, evidentemente, proceso hacia la independencia de Cataluña por la catalanísima vía de la puta i la Ramoneta.
Pero digo yo: ¿es que acaso ese proceso con todos sus fraudes y añagazas no es una conjura por entregas o, si se prefiere, en fascículos?
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