El outsider Pedro Sánchez se impone al aparato del partido
Aposté por Susana Díaz como mal menor, y Susana Díaz perdió.
En realidad, considero que estaba obligado a apostar por ella, pues la alternativa me parecía mucho peor y, sobre todo, mucho más nociva para España.
Aun así, en los últimos días llegué a temer una derrota de la candidata oficialista y una victoria del outsider, pues mientras ella seguía aferrada a un esquema basado en el apoyo de los votantes andaluces y el aparato del partido (notables y barones), su oponente, a buen seguro hábilmente asesorado, había acertado a tejer una trama de complicidades asentada en los militantes de base.
El resultado nos dice que el outsider acertó tanto en su planteamiento estratégico –un partido político es su militancia– como en su táctica o ejecución práctica –pelear el voto de puerta en puerta-, máxime cuando se trata de un partido de izquierda.
A mi modo de ver, el panorama que tenemos delante ahora es sobrecogedor: un partido socialista dividido y con una corriente oficialmente vencedora dirigida por un hombre dispuesto a aliarse con todas las fuerzas destructivas que necesite para hacerse con el poder de lo que ha definido como nación de naciones.