La supervivencia de España a partir del peor de los casos posibles
Tengo más fe en la perfidia y la deslealtad de los separatistas catalanes para intrigar contra España, incluso para destruirla, que en el patriotismo y la lealtad de los españoles para defenderla hasta las últimas consecuencias.
Ahí radica hoy mi preocupación más angustiosa.
El separatista catalán rara vez da la cara, pero, si le dejas acomodarse e instalarse, probablemente lo vas a pasar mal. Y, lo que es peor, llegará un momento en el que te va a resultar prácticamente imposible desmontar la coartada que le permite actuar en el filo de la ley -en la forma dentro, en el espíritu fuera– para llevar a cabo su trabajo basado en la intriga permanente.
Esa es la situación actual. España está catalanizada o, más exactamente, España está atenazada por el separatismo catalán.
Por eso, y por otras muchas cosas que siento y la razón me aconseja callar, me gustaría ver un Gobierno de España dispuesto a actuar y actuando con decisión para romper la red de añagazas y trampas legales tejida por los separatistas a lo largo de los últimos cincuenta años. Y, de manera especial, un pueblo español haciendo honor a su responsabilidad.
Todo en nombre de la Ley y en defensa de España y los españoles.
Considero que en estos momentos nuestro Gobierno debería situarse en el peor de los casos posibles y adoptar cuanto antes las medidas necesarias para restablecer de manera efectiva el orden constitucional en todas las instituciones públicas y todos los territorios de España, sin dejar en su ordenamiento vacíos y lagunas que permitan a nuestros irreductibles furtivos camuflarse una vez más para volver a las andadas, fortalecidos y envalentonados, tan pronto como barrunten que ha pasado la última tormenta.
A mi entender y sentir es un mandato histórico.
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