La última traición de Rajoy
Una vez aceptada por los nacionalistas vascos la propuesta que, meses pasados, les presentó Mariano Rajoy, éste cree haber encontrado una solución práctica y viable al problema de los separatismos periféricos, actualmente uno de nuestros problemas más graves, en la línea histórica, acaso orteguiana, de la conllevancia.
Como él mismo ha explicado los términos de esa propuesta, podemos ver que en rigor no se trata de un acuerdo institucional-constitucional entre el Estado y una comunidad autónoma sino más bien de un convenio de base económica, dentro de una especie de entente cordiale, entre la derecha estatal y una derecha regional, entre una burguesía y otra burguesía en condiciones de semiigualdad.
En el fondo, bilateralidad sui generis.
Grave, gravísimo. Tanto más cuanto que el susodicho cree haber descubierto la fórmula magistral para resolver todos los litigios de esa índole y, según sus propias declaraciones, está dispuesto a aplicarla de inmediato en beneficio del separatismo catalán, tan burgués como el vasco, pero evidentemente mucho más proclive a convertir los acuerdos políticos en transacciones dinerarias.
Por lo tanto, cabe pensar que los separatistas catalanes, siempre fieles a su atávica deslealtad, seguirán con su táctica de peix al cove o, lo que es igual o casi igual, con su fórmula multiuso nosotros, a lo nuestro, sólo que ahora ya tendrán el refrendo de nuestro Jefe de Gobierno y actuarán dentro de la Constitución.
Repito: grave, gravísimo.
Para mí, eso es tanto como entregar graciosamente España a quienes se habían propuesto destruirla a fuerza de intrigas y traiciones.
Por consiguiente, parece que ya no hará falta ni siquiera un referéndum. Mariano Rajoy ha mostrado a los separatistas el camino que pueden/deben seguir para alcanzar su objetivo, el camino de la traición dentro del marco constitucional.
A la postre, Cataluña, que es la parte, se comerá al todo, que dejará de ser y llamarse España.
En esas están.