Gregorio Morán, pluma invitada de «La Vanguardia»

La Vanguardia  (en su momento, española) es desde tiempo inmemorial el órgano oficial/oficioso de la burguesía catalana.

Consecuentemente, sus espacios más nobles han estado reservados siempre a  colaboradores adictos a la causa de ese colectivo bienpensante  y bienhabiente que viene controlando la vida de esta sociedad  desde mediados del siglo XIX, como mínimo.

Cuatrocientas familias i la torna.

Como no podía ser por menos, esos colaboradores reproducen con palabras los modos de ser y actuar de sus señores y comitentes, en los que la doble moral se conjuga con el juego doble en los asuntos mundanos que van desde los negocios crematísticos hasta la política.

Y si en otro tiempo monarcas y aristócratas  financiaban a sus pintores-retratistas, hoy los mandatarios políticos financian  a sus periodistas, aunque, a decir verdad, algunos de ellos no pasan  de la categoría de  negros y amanuenses.

El hecho es que La Vanguardia, siempre atenta a su retaguardia como todo medio escrito que se precie, tiene, además de sus colaboradores fijos y de casa, colaboradores menos fijos y menos de casa que en apariencia cumplen funciones de plumas invitadas.

A esa categoría han pertenecido y/o pertenecen hombres como Trallero, Ónega, Zarzalejos y Gregorio Morán. ¿También Augusto Assía?

Lo que se busca con su colaboración es en esencia aprovechar el prestigio de su firma y dar al periódico un aire de pluralidad política que no tiene y en el fondo nunca ha tenido.

Evidentemente, Morán se ha ido creciendo y al final se ha pasado de la raya. O, lo que viene a ser igual, no se ha enterado hasta hoy de que era una pluma invitada, aunque también es cierto que incluso en el ámbito geográfico del separatismo catalán se han dicho y se han escrito cosas infinitamente más graves sin que fueran censuradas.   La más grave de ellas, con mucho: todas las instituciones actuales de Cataluña sin excepción son ilegítimas e ilegales, pues proceden de un gigantesco fraude de ley inicial.

Insuperable.

Por lo demás, la auténtica reina de La Vanguardia es Pilar Rahola.  Ella  escribe y dicta lo que hay que escribir.

A su lado,  los maestros  son subalternos, cuando  no negros y amanuenses. ¿Plumas invitadas?

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