Rendición de cuentas: chivos expiatorios, actores y agentes
Quiero pensar que se acerca la hora en la que los sediciosos catalanes deberán rendir cuentas ante la justicia por sus actos delictivos. A mi entender, como mínimo, por deslealtad institucional, prevaricación, sedición, malversación de fondos públicos, obstrucción a la acción de la justicia, fraude de ley y contumacia. El más grave de todos -traición a la patria- no figurará en la lista por la sencilla razón de que los sediciosos y sus conmilitones cuidaron en su momento de que no figurara en una Constitución concebida y escrita en cierto modo a su medida. El Estado de las autonomías consagra la secesión como práctica legítima, democrática y constitucional bajo la forma de autogobierno.
Aun así, los sediciosos catalanes deberán hacer frente a esas u otras acusaciones graves o muy graves. No creo que los representantes de esa justicia vayan a ser muy severos con ellos. Hasta ahora no lo han sido.
En los acusados y posibles condenados yo veo agentes, actores o figurantes y chivos expiatorios.
Días pasados, un espía y confidente de La Vanguardia afincado temporalmente en los Madriles, capital del Reino de España y sus convergencias, señaló a Carles Puigdemont como uno de los primeros y más seguros chivos expiatorios de la fracasada intentona sediciosa. Creo que se lo merece por rango y actividad, lo mismo que su subalterno (es un decir) Oriol Junqueras. En realidad, los dos fueron a la par agentes y actores.
Por encima de ellos está sin duda Josep Lluís Trapero, jefe de la policía autonómica de Cataluña y maestro en actos de deslealtad a dos bandas, incluso a tres bandas y personificación de la indignidad en estas tierras.
Pero, evidentemente, los máximos responsables de la frustrada sedición no son ellos. Personalmente creo que, como ocurre en estos casos, habría que buscarlos fuera, incluso lejos de la escena pública. Una línea apunta a Artur Mas y, a partir de él, al clan de los Pujol, con el patriarca y la matriarca a la cabeza.
Hemos llegado al núcleo duro del secesionismo catalán, que lo es también de su burguesía. Pero eso es ya harina de otro costal.
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