Dos posibilidades y una solución para España
En estos momentos, una de las posibilidades que aparecen en el horizonte de la política española es, a mi entender, que el ciudadano Rivera y sus conmilitones se apoderen definitivamente del centro derecha nacional aprovechando, de una parte, el atractivo de su mensaje para los conciudadanos de menos de cincuenta años y, de otra parte, la aversión de éstos, incluido un buen número de catalanes, a Mariano Rajoy, su manera de hacer política y, en no menor medida, su apego a un pasado marcado de manera indeleble por la corrupción.
Hoy podemos afirmar que el gallego Mariano –hombre con alma de funcionario y daltónico político– sueña con pacificar las tribus peninsulares reinstaurando la alianza de las tres burguesías ibéricas: la castellana, la vasca y la catalana. Como es sabido, la primera es de estirpe feudal; las otras dos, nacidas al calor de la Revolución industrial, son decimonónicas. Por lo visto, ese es el esquema básico de su Estado de las autonomías.
Una segunda posibilidad consiste, pues, en que, pese a tanto lastre y a tantas carencias personales, el susodicho consiga mantenerse en el poder otros cuatro años gracias a la recuperación económica y a la gestión de las cuentas del Estado por el contable Cristóbal Montoro.
En cambio, si Rivera y los suyos se hacen con el poder, probablemente nos vamos a encontrar, de la noche a la mañana, con el siguiente escenario: un catalán español y, hasta ahora, leal, al frente del Gobierno de España y un catalán ni español ni leal, al frente de la Generalidad de Cataluña.
Resultado: España, su presente y su futuro estarán en manos de catalanes y serán tratados y resueltos por ellos y entre ellos.
¿Será ese el momento, vaticinado en varias ocasiones desde esta página, en el que la parte devore al todo o se tratará simplemente del relevo de una burguesía por otra en la jefatura del Estado, como pretenden ciertos historiadores?
Frente a tan desolador panorama nacional, yo imagino y propongo una España presidida por un partido sólido y honrado a la derecha y un partido sólido y leal a la izquierda, los dos unidos por un sentimiento de pertenencia concebido a modo de clave de bóveda y, en consecuencia, por encima de todas las ideologías, empezando, claro está, por la mía.
En definitiva entiendo que, en la Europa del siglo XXI, las ideologías están al servicio de la sociedad y sólo las sociedades unidas y ordenadas están en condiciones de progresar y acabar con la injusticia en todas sus formas.