Dos formas de corrupción y dos tipos de corruptos: la gran traición de Pablo Iglesias
Pablo Iglesias, a quien no profeso ninguna estima como conciudadano y líder político, habla a menudo, y a mi entender con todo derecho y plena razón, de la corrupción del PP en asuntos de dinero, corrupción que personalmente considero que fue endémica e incluso poco menos que sistémica en el pasado y que todavía hoy, marzo de 2018, sigue pesando sobre la conciencia y la actividad pública de no pocos de sus dirigentes.
Ante tamaño problema, el funcionario Rajoy decidió optar por la solución más cómoda; echar tierra encima de los casos de corrupción en su conjunto y confiarlo todo a la acción sanadora del tiempo.
Y se lo hizo saber e impuso a sus subalternos en forma de punto programático fijo y obligado.
Simultáneamente, Pablo Iglesias ha venido reforzando progresivamente los contactos con el separatismo catalán, concretamente con Ada Colau, persona que, a pesar de su máscara de activista social entregada a la causa de los más necesitados de Cataluña, en su mayoría de lengua española, es en realidad un agente del sector de la burguesía condal constituido en núcleo duro del secesionismo catalán.
Lo sepa o no lo sepa, a ese sector de la burguesía condal viene dando Pablo Iglesias su apoyo.
En mi opinión, se trata de una relación contra natura en la que veo la gran traición de Pablo Iglesias al conjunto de los españoles, además de un caso flagrante de corrupción ideológica.
¿Consciente?, ¿inconsciente?