La intentona secesionista a juicio
Me inclino a pensar que los separatistas catalanes eran (¿plenamente?) conscientes de la endeblez de su plan. Imagino que no pretendían imponerse al Gobierno de España sino únicamente tomarle el pulso. Mejor dicho, asustarlo. Y, sobre todo, avanzar hacia su meta por la vía de la trampa sistemática.
Cabe imaginar asimismo que, en esos momentos, los sediciosos estaban convencidos o casi convencidos de que, nada más ver su tramoya en la línea de los dos millones y medio de manifestantes, el Gobieno español, atenazado por el pánico, se avendría a parlamentar con los cabecillas de los sediciosos y aceptaría su propuesta capital: una república catalana en el marco de un Estado federal y con los mismos derechos, no obligaciones, que el Reino de España. Un paso más, tal vez el penúltimo, antes de alcanzar el objetivo final.
La cuadratura del círculo: Cataluña dentro de España, pero al mismo tiempo España fuera de Cataluña. Para ellos, derechos y privilegios; para nosotros, cargas y obligaciones.
Ahora, los sediciosos tendrán que comparecer ante la justicia española por delitos que son todo un catálogo de deslealtades. Imagino que unas cincuenta personas como responsables directos de la sedición, encabezadas por el mayor Josep Lluís Trapero y seguidas por los activistas Jordi Sánchez, líder de la ANC, y Jordi Cuixart, líder de Òmnium Cultural. A ellos se sumarán con toda seguridad los miembros del Govern que dictaron y/o ejecutaron órdenes contrarias a la Constitución vigente en todo el territorio español.
Fuera de la acción de la justicia quedarán probablemente muchos de los que atizaron el fuego más o menos a escondidas. Hablo en concreto y a guisa de ejemplo de Artur Mas y de la cadena humana que llega hasta el clan de los Pujol.
Quiero pensar que prófugos y huidos serán juzgados en rebeldía y tarde o temprano tendrán que buscar vivienda y trabajo en el país de acogida.
Con ello probablemente se cerrará el capítulo más ominoso de la historia reciente de un colectivo humano, ni pueblo ni nación, que hizo bandera de la deslealtad.
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