¿Aprender de los separatistas?
En el espacio aproximado de cuatro décadas los separatistas catalanes han elaborado y puesto en práctica un plan doble con dos ejes complementarios de acción simultánea:
Destruir España e implantar la República catalana.
Acumulando traiciones sobre traiciones, mentiras sobre mentiras, fraudes sobre fraudes, trampas sobre trampas, nuestros desleales compatriotas han conseguido en ese período de tiempo no sólo implantar una dictadura de estirpe burguesa en Cataluña y sustraer sus instituciones y su población a la jurisdicción y el control del Estado Español sino incluso declararle la guerra mediante actos de desobediencia que van desde la perfidia más taimada hasta la provocación más cínica y descarada.
Hoy los secesionistas catalanes imponen su ley al Estado Español y dictan a su Gobierno lo que le está permitido y lo que no le está permitido hacer.
Mientras tanto, los representantes de nuestros máximos poderes democráticos -muy concretamente, los del Ejecutivo y el Judicial- chapotean torpemente en el nuevo Mediterráneo de las jurisdicciones europeas en el que, por el contrario, nuestros separatistas se mueven con la soltura y el descaro de hábiles y avezados narcos en las Rías bajas.
No sé si la República catalana terminará siendo un paraíso fiscal o un narcoestado, pero puedo imaginar que los españoles se enterarán de la noticia/tragedia por los periódicos.
Y, naturalmente, Mariano Rajoy seguirá leyendo el diario deportivo Marca.
Si ser español se va a convertir en una vergüenza, yo estoy dispuesto a acabar como sea con esa vergüenza, al menos en lo que a mí atañe, antes que dejar de ser español.