Muerte civil y más allá
Como tantos españoles residentes en Cataluña (miles y miles), me hallo en situación de muerte civil. Según mis cálculos llevo así unos treinta años i la torna, aunque imagino que el muerto tarda en enterarse de que está muerto.
A eso se suma el hecho de que, gracias a una serie de argucias legales, mi nombre ha sido eliminado deliberadamente de importantes documentos que afectan a mis derechos civiles.
Así, a la marginación socio-política inherente a la muerte civil en vida se sumará, probablemente, la usurpación post mortem del fruto de mi trabajo, que pasará, por supuesto con un nombre que no será el mío, a manos de separatistas catalanes. Jugada perfecta.
¿Consuelo?
Con nada vine y con nada me voy, lo cual no es precisamente una mala manera de morir en términos de intranscendencia y transcendencia.