El proceso de las puñaladas traperas
Los separatistas catalanes habían concebido lo que ellos mismos dieron en llamar procés como la rampa de lanzamiento o, si se prefiere, la hoja de ruta que debía redimirlos de su secular y frustrante irredentismo y llevarlos, traición mediante, a la república independiente de Cataluña y, de nuevo traición mediante, al Estat Català, un estado rotundamente hegemónico en una península Ibérica ahora sumida en el caos autonómico y en un futuro más o menos inmediato y prolongado despojada de su estructura estatal unitaria de cuño español.
Pero, tras los hechos del otoño de 2017 y llegados al año 2019, innumerables indicios parecen indicar que el proceso político de nuestros incorregibles y desleales separatistas va a terminar en un proceso judicial contra los cabecillas de tamaña felonía.
Lo cierto es que, tan pronto como han tenido que comparecer ante un tribunal español, cabecillas y subalternos se han apresurado a abjurar de sus traiciones y lo han hecho, cómo no, con una nueva tanda de traiciones.
Ahí creo sinceramente que el capitán de la policía autonómica tiene ventaja sobre sus compañeros de conjura no sólo porque en el proceso judicial ha declarado después de ellos sino también y sobre todo porque, haciendo honor a su nombre, el interfecto les ha lanzado un racimo de puñaladas traperas difíciles de encajar y, aún más, de esquivar.
¡Chupaos esa, listillos!