A ganaderos y cazadores
Por Dios, no abandonéis los campos de España. Os necesitamos. Un urbanita.
Por Dios, no abandonéis los campos de España. Os necesitamos. Un urbanita.
Entiendo que si queréis invocar el derecho a votar -sin decir nunca qué y para qué- lo primero que debéis hacer es cumplir fiel y lealmente las leyes del Estado de derecho vigentes.
¿Imposible?
Pues mientras tanto seguiréis siendo para mí una pandilla de delincuentes y embaucadores.
¿Es ese vuestro destino fatal?
Yo a eso lo llamo irredentismo.
En contra de lo que dice el Artículo 1 de la Constitución Española vigente, entiendo que la soberanía nacional no reside en el pueblo español sino en el conjunto de los ciudadanos españoles que ejercen sus derechos y sus deberes constitucionales y democráticos eligiendo a sus representantes mediante votación.
Pueblo es un concepto histórico y predemocrático, además de religioso. El pueblo no vota.
Votan los ciudadanos y, a mi entender, en el conjunto de los ciudadanos contemplado como comunidad nacional reside, por derecho y deber, la soberanía nacional.
El hecho de que la Comunidad autónoma de Cataluña se declare ahora en rebeldía y plantee a España un conflicto de legitimidades en condiciones de igualdad pone de manifiesto, a mi modo de ver, la debilidad de nuestro Estado de derecho y de la Constitución en la que éste se sustenta.
En cualquier caso, los separatistas catalanes siguen adelante con su plan de crear, por la vía de los hechos consumados, una república independiente situada, según convenga, dentro y/o fuera de España, al tiempo que promueven con todos los medios a su alcance tanto la desintegración política de ésta como la ocupación/usurpación de sus resortes de decisión y representación, empezando por los medios de comunicación.
Quien quiera puede verlo y comprobarlo ya ahora.
El objetivo es conseguir que en un futuro no lejano lo que un día fue España quede reducido a una serie de territorios autónomos desprovistos de estructuras de Estado y, a la postre, sumidos en el caos y la impotencia.
De acuerdo con ese plan, España está llamada no sólo a ejecutar y pagar su propia destrucción cumpliendo las órdenes de los separatistas sino incluso a financiar el empoderamiento de Cataluña, que, en última instancia, no sólo se constituirá en una república independiente sino incluso en la nación hegemónica de la península Ibérica y, suplantando a Castilla según los nuevos imperialistas, colonizará los territorios autónomos de lo que un día fue España.
Está por ver cuál será el estatus de Galicia y, sobre todo, de Vascongadas y Portugal en el nuevo ordenamiento territorial y político del Ruedo Ibérico. Ya ahora me inclino a pensar que Vascongadas, reforzada en su identidad y sus aspiraciones con la anexión de Navarra y territorios de las provincias de Santander y Logroño, no va a ser presa fácil de la ambición y la perfidia del pancatalanismo y su pequeño gran imperio integrado por Cataluña, el País Valenciano y las islas Baleares, mientras que parece probable que Portugal va a defender con éxito su identidad y su independencia histórica.
Entiendo que esa es la conjura que nos espera como españoles, aunque muchos hayan decidido no darse por enterados.
Aunque lego en el asunto, me malicio que en España, y por lo tanto también en Cataluña, para ocupar espacios públicos con propaganda (política) se debe contar siempre con la preceptiva autorización gubernamental.
Y, aunque lego en el asunto, me malicio asimismo que, para ello, la entidad beneficiaria debe solicitar siempre esa preceptiva autorización gubernamental y que en ella deben constar datos como nombre del solicitante, objeto de la solicitud, coste de la autorización, período de la ocupación y obligación de retirar los elementos físicos ajenos al espacio público utilizado, al término del período de utilización concedido.
Y, precisamente porque soy lego en el asunto, pregunto: ¿se han cumplido esos requisitos en el caso de los lazos amarillos que decoran los espacios públicos de Cataluña desde hace meses?
En cualquier caso, ¿cómo se llama la entidad responsable?
Los separatistas catalanes habían concebido lo que ellos mismos dieron en llamar procés como la rampa de lanzamiento o, si se prefiere, la hoja de ruta que debía redimirlos de su secular y frustrante irredentismo y llevarlos, traición mediante, a la república independiente de Cataluña y, de nuevo traición mediante, al Estat Català, un estado rotundamente hegemónico en una península Ibérica ahora sumida en el caos autonómico y en un futuro más o menos inmediato y prolongado despojada de su estructura estatal unitaria de cuño español.
Pero, tras los hechos del otoño de 2017 y llegados al año 2019, innumerables indicios parecen indicar que el proceso político de nuestros incorregibles y desleales separatistas va a terminar en un proceso judicial contra los cabecillas de tamaña felonía.
Lo cierto es que, tan pronto como han tenido que comparecer ante un tribunal español, cabecillas y subalternos se han apresurado a abjurar de sus traiciones y lo han hecho, cómo no, con una nueva tanda de traiciones.
Ahí creo sinceramente que el capitán de la policía autonómica tiene ventaja sobre sus compañeros de conjura no sólo porque en el proceso judicial ha declarado después de ellos sino también y sobre todo porque, haciendo honor a su nombre, el interfecto les ha lanzado un racimo de puñaladas traperas difíciles de encajar y, aún más, de esquivar.
¡Chupaos esa, listillos!
El embrollo catalán parece no tener fin. En La Vanguardia, director y amanuenses se empeñan ahora en mostrarnos y demostrarnos, sin convicción ni rubor, que el mayor Trapero fue en todo momento fiel a la legalidad estatal. No sólo no participó en las acciones de los rebeldes sino que además elaboró un plan para, llegado el momento, detenerlos y salvar esa parcela del Estado de derecho español llamada Cataluña.
Y, en realidad, no es que director y amanuenses quieran salvar al futuro general de la República catalana; según algunas lenguas de doble filo, lo que ellos quieren y pretenden ahora es demostrar que en el otoño de 2017 aquí, en Cataluña, no hubo nada que pueda tipificarse como rebelión.
Mientras tanto, desde los Madriles, capital de todas las Españas que es fan i es desfan, Enric Juliana, agente del catalanismo burgués con carné de periodista y pasaporte de Diplocat, predica y pregona sin tapujos que en las estructuras del Estado español hay pocos catalanes que ayuden a comprender cómo funciona la sociedad de su país.
¿Quieres que te ayude y te lo explique yo, que soy extremeño?
Que yo sepa, ningún otro español ha visto la destrucción de España cuando yo la he visto y ningún otro español ha sentido la destrucción de España como yo la he sentido.
Me tengo por una criatura alienada que, sin saber por qué, se empeña en poner orden en su industria: su cabeza y su existencia. Su cabeza es su mente y su mente es su ser (Ens), das Seiende, mientras que su existencia es su estar en el mundo, su Dasein.
En estas condiciones, no aspiro a ser, tampoco a existir como tal, sólo a vislumbrar; me veo como vislumbre (Schimmer) de alguien o algo que es y existe como realidad plena en sí mismo.
Entiendo que, conceptualmente, el Estado de las autonomías responde no a un proyecto descentralizador de la Administración y su burocracia sino a un plan que busca abiertamente la desintegración de España y su esencia social, histórica y política.
Por eso, los primeros en apuntarse a la idea y su programa son los separatistas y, dentro de éstos, los separatistas catalanes.
A ellos se suman pronto los falsos socialistas con su falso federalismo histórico.
Un par de ideas acerca de estos últimos.
Históricamente, el federalismo ha sido siempre integrador. No hay federalismos desintegradores y, menos aún, federalismos que se inscriban en proyectos desintegradores de cuño abiertamente burgués, caso de Cataluña y sus falsos socialistas.
De hecho, el socialismo nace siempre y necesariamente de la unión y busca la unión a través de la unión. Por eso es necesariamente integrador, integrador de la sociedad y las clases que la forman, de manera primordial sus clases inferiores.
A mi entender, ahí radica su razón de ser y ahí radica su superioridad intelectual y moral.
Hablo de socialismo, no de burdas falsificaciones y cínicas usurpaciones de su nombre.
El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha dirigido a Felipe VI, rey de España, y al papa Francisco un escrito que por mi cuenta y riesgo me permito definir como pliego de agravios.
En el escrito, el mandatario mexicano formula la necesidad de «reconocer y pedir perdón» por los abusos cometidos por los españoles en la conquista [y colonización] de México.
Considero que el señor López Obrador puede presentar su escrito y formular los reproches que quiera. Está en su derecho.
Yo, como español, me considero con derecho a declarar que los agravios de que habla el mandatario mexicano -que en principio tengo por reales y condenables- pertenecen a una época regida por normas nacionales e internacionales muy diferentes de las actuales, si es que existían, y se inscriben en un proyecto político que los españoles hemos definido siempre como la conquista y colonización de Hispanoamérica.
Ese proyecto político es protagonizado en todo momento, desde el descubrimiento hasta el día mismo en el que el señor López Obrador presenta su escrito, por tres colectivos humanos: los pueblos precolombinos, los españoles y los representantes del llamado sincretismo criollo, hoy definido como tercera cultura.
Curiosamente, en su pliego de agravios el señor López Obrador no utiliza una lengua precolombina sino la lengua de los conquistadores-colonizadores.
¿Quiere decir eso que no todo lo aportado por los españoles a México es malo o tal vez que él pertenece a la tercera cultura y su sincretismo criollo?
Es evidente que el señor López Obrador ni estaba ni está obligado a declararlo. Simplemente considero que podría haberlo hecho, aunque sólo hubiera sido por respeto a la dinámica histórica y a la realidad política y cultural del México actual, nación que tiene en la lengua española una de sus señas de identidad más profundas y universales.
Entiendo que, si Cataluña lleva décadas sometida a una dictadura separatista con una leve pátina democrática, se ha debido en buena medida a la labor de falsos socialistas de la estirpe de Maragall, Raventós, Serra, Lluch, etc.
Respondiendo a la consigna de que en Cataluña la política debían hacerla los catalanes, tanto para ellos como para los no catalanes, los impulsores del nuevo movimiento crearon un frente catalanista que se apresuró a copar la cabecera de todos o casi todos los partidos políticos de la nueva comunidad autónoma.
A pesar de que oficialmente en España se instauró un régimen democrático en 1978, en Cataluña nunca ha habido democracia real. Los derechos democráticos han sido acaparados por los miembros de la comunidad de lengua catalana y sus representantes políticos. Los charnegos o miembros de la comunidad de lengua española han sido marginados desde un principio y no han intervenido en las decisiones políticas que en rigor les correspondían por derecho. Líderes separatistas, como los dirigentes del PSC, se cuidaban de hacerse con sus votos y negociarlos como votos separatistas.
Así, desde 1978 con la colla de los Maragall hasta hoy con el equipo de Miquel Iceta, una de las personificaciones más auténticas y sinceras de la perfidia y la doblez humanas.
Criatura, tú que has nacido para traicionar a mi Patria, avergüénzate de haber nacido.