Debate II: Pedro Sánchez vuelve en sí, miente y demuestra que sigue vivo
Me inclino a pensar que el segundo debate-combate a cuatro de la temporada política cansó y en cierto modo aburrió al respetable.
La intervención de Pedro Sánchez culminó en su declaración, coram populo, de que él no había pactado con los separatistas catalanes. Nunca.
Después de eso, lo de la tesis doctoral y su autoría fue una minucia. Lo que ya no fue una minucia fue la explicación del actual problema catalán que nos ofreció el eximio politólogo Pablo Iglesias, conocido en esta página virtual como el Ermitaño del casoplón de Galapagar.
A partir de esa explicación me atrevería a decir que Iglesias desconoce la situación socio-política de España y, sobre todo, de Cataluña. Por no saber no sabe ni siquiera que el llamado nacionalismo catalán es un movimiento esencialmente burgués y por lo tanto contrario a los derechos de la clase trabajadora de Cataluña constituida en un ochenta por ciento por personas de lengua y sentimiento español, personas que en su inmensa mayoría votan al PSOE y a Podemos, a pesar de dirigentes como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Lo menos que éstos podrían hacer es hablar directamente con esas personas, no con los líderes sindicales, todos ellos comprados por los separatistas.
En mi opinión, tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesis padecen ignorancia invencible en grado de contumacia.
Así las cosas, debo confesar que me gustó Pablo Casado. Presentó un programa sólido y compacto, muy coherente con la línea ideológica de su partido, de cuyo pasado menos ejemplar parece dispuesto a distanciarse, aunque sea sin provocar traumas.
Entiendo que si en esta segunda y postrera intervención Casado ganó en intención de voto, el Ciudadano Ribera perdió parte de lo conseguido. Estuvo premioso, no acertó a dosificarse y, como se dice ahora, sobreactuó. Lástima.
Por eso se ganó alguna leve reprimenda de Pablo Iglesias, que le llamó maleducado e impertinente. A decir verdad, el profesor se sitúa por encima de todos los debatientes, les dice lo que deben y lo que no deben hacer y desde esa posición de superioridad lanza su mensaje. Yo diría que su pretendida superioridad moral e intelectual responde a una patología. En definitiva, el listo es un tonto, y este debate se ha acabado.
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