¿Pagar perfidias con perfidias?
A mis 85 años y llegado a este punto de mi derrota vital, pienso que tal vez sería más inteligente y eficaz cambiar de táctica o tácticas, no de estrategia, y copiar inmediatamente las perfidias de los separatistas catalanes para defender con ellas a España de esas mismas perfidias ejecutadas por nuestros odiosos, nunca odiados, compatriotas.
Dicen que en democracia no hay espacio para la épica y los gestos desgarrados, sí para el diálogo democrático entendido y practicado a la catalana manera.
Pero ¿puede alcanzar un celtibero de la Meseta la perfidia de un fenicio de la costa levantina, dicho sea democráticamente?
No lo sé; sé, en cambio, que, a partir de sus orígenes, la convivencia humana se asienta en el miedo, no en la lealtad (1).
Homo homini lupus!
(1) Lealtad es una de las palabras que los separatistas catalanes eluden de manera sistemática. En conjunto, éstas forman un campo semántico, perfectamente reconocible y delimitado, que, en mi opinión, gira en torno a lo que en español se entiende por lealtad y/o hidalguía con sus contrarios. Además están valentía y valiente, cobardía y cobarde, traición y traidor, similares y afines, hasta un total aproximado de quinientas voces según mi cómputo.
En contrapartida, nuestros queridos angelitos buscan sistemáticamente refugio en términos como diálogo y democracia, pero siempre sin concreciones y eludiendo con todos los medios dialécticos a su alcance conceptos como Constitución española y sobre todo Ley y Estado de derecho, auténtica bestia negra de las cabezas pensantes del separatismo catalán, desde la jerarquía de la provincia eclesiástica Tarraconense hasta los ideólogos y programadores del Procés d’ independència de Catalunya.
Ese Estado de derecho con todas sus instituciones es lo que nuestros desleales compatriotas quieren destruir y -¡lamentablemente!- están destruyendo con sus infinitas perfidias.