El hombre de Estado y el proscrito
Veo y escucho a Pedro Sánchez en la pequeña pantalla, y, después de verlo y escucharlo, llego al convencimiento de que dice lo que piensa.
Su imagen y su mensaje (lenguaje gestual incluido) me dicen que es un político con autoridad, incluso con talla de futuro hombre de Estado. Sus convicciones me convencen.
De acuerdo con lo que veo y entiendo, Pedro Sánchez está bastante por encima de los restantes actores que hoy pisan la escena política de esta España en trance de desintegración.
La exposición de sus negociaciones con Pablo Iglesias para formar gobierno me parece básicamente correcta, salvo en un punto.
Antes de comentar ese punto quiero hacer constar que siento muy poco respeto por Pablo Iglesias como persona y como político.
Al grano.
Considero que Pedro Sánchez tiene el derecho y, sobre todo, la obligación de exigir lealtad a la Constitución y respeto del Estado de derecho a cada uno de los futuros integrantes de un gobierno presidido por él.
Por lo tanto, si Pablo Iglesias quiere formar parte de ese gobierno debe cumplir dichos requisitos, que en realidad lo son para todos los españoles.
Pero tal como los formula Pedro Sánchez, entiendo que veta concreta y expresamente a un hombre con nombre y apellidos, cosa que, filias y fobias aparte, no parece correcta.
¿Cabe el fair play en la política española?