Victoria pírrica y semántica de la traición
Aparentemente, España se ha impuesto a los separatistas catalanes en el último enfrentamiento. Pero en realidad estos se han replegado y han buscado refugio, una vez más, en ese espacio impreciso que constituye su elemento y su alimento natural.
Vuelta a la guerra sucia de baja intensidad, siempre en el ámbito amable / hostil de la puta i la Ramoneta. Ahí estábamos y ahí seguimos porque, a la postre, ahí hemos vuelto.
Miquel Iceta, en mi opinión la personificación más auténtica y sincera de la perfidia y la deslealtad separatistas, ha conseguido fijar la semántica de las relaciones del Gobierno (los Gobiernos) de España con los separatistas catalanes y, a través de ellos, con todos los separatistas ibéricos, periféricos y no periféricos.
Mal que nos pese, ahora ya sabemos que estamos en el país de las nacionalidades. Esa es la semilla de nuestra desintegración.
Curiosamente, a mi modo de ver, ese mal tiene su correspondencia en la semántica separatista del silencio:
-Conceptos y vocablos centrados en España que ni se piensan ni se pronuncian porque para ellos no existen o no deben existir.
-Conceptos y vocablos centrados en traición, traidor, cobardía, cobarde, hipócritas y afines que un separatista nunca pronuncia y, por descontado, nunca aplicará en referencia a su realidad inmediata, aunque de hecho pueblan un campo semántico muy próximo y perfectamente definido.
Ejemplo
Carles Puigdemont pone los pies en polvorosa. Oriol Junqueras se queda «en el país» y es detenido y encarcelado. Que sepamos, Junqueras nunca ha acusado a su correligionario de traición, y probablemente no lo hará.
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