¿Cataluña, nación de naciones? ¿A la independencia por la dictadura?
A Quim Torra
Considero que efectivamente Cataluña posee ciertas características propias de lo que los entendidos definen como nación, pero, a mi leal saber y entender, tales características no bastan ni en términos cuantitativos ni cualitativos para otorgarle ese rango con pleno derecho, tanto menos cuanto que no responden en modo alguno a una misma y única orientación política ni, mucho menos, a un mismo y único sentimiento de pertenencia.
La realidad objetiva, silenciada y/o soslayada de manera implacable y sistemática por los separatistas catalanes de toda formación intelectual y todo credo ideológico, nos muestra y demuestra que en Cataluña conviven hoy dos comunidades lingüísticas con sendos sentimientos de pertenencia.
Una comunidad de lengua española y sentimiento español, y una comunidad de lengua catalana y sentimiento catalanista.
Aunque la comunidad de lengua española es más numerosa que la comunidad de lengua catalana en una proporción aproximada de 6,50 a 3,50, esta última se ha arrogado en el pasado y se arroga hoy la representación única y total de los ciudadanos de Cataluña y habla de una sociedad, un pueblo, una nación y una lengua en términos cada vez más abusivos.
Para ocultar, compensar e incluso superar su inferioridad numérica, y por lo tanto democrática, los catalanes de sentimiento catalanista, nada más iniciada la llamada Transición, se dedicaron a copar una tras otra, siempre furtivamente, todas o casi todas las instituciones de decisión y representación de esta comunidad autónoma, junto con los medios de comunicación de mayor difusión regional (TV3).
Con el mismo fin pusieron simultáneamente en marcha programas de ingeniería social como la inmersión obligatoria y excluyente en catalán, que pretendía y pretende traer consigo la eliminación del español de todo el ámbito oficial, desde la Generalidad hasta la enseñanza pública.
Resultado de ese plan con caracteres de conjura fue la implantación de una dictadura de cuño catalanista, siempre negada con obstinación por sus valedores y beneficiarios, pero cada vez más opresiva y, por lo tanto, más visible.
Hoy esa dictadura es omnipresente.
Digamos, a título de ejemplo, que entre el ochenta y el noventa por ciento de los cargos de la Administración de la Comunidad autónoma de Cataluña, en especial los más altos, están ocupados por separatistas, mientras que los restantes, siempre de rango inferior y siempre bajos o muy bajos, quedan a disposición de los catalanes de sentimiento español a modo de coartada democrática y alivio de disidentes (1).
De acuerdo con lo expuesto, considero que, si la comunidad catalana de sentimiento catalanista aspira a crear un estado independiente, debe hacerlo única y exclusivamente en su nombre y respetando siempre, por obligación, los derechos de la comunidad de lengua y sentimiento españoles y su voluntad firmísima e irrenunciable de seguir formando parte integral de España.
Mientras tanto, pregunto: ¿dónde está el Estado de derecho? ¿Dónde está la representación democrática y, por lo tanto, proporcional de los ciudadanos en las instituciones autonómicas de Cataluña de acuerdo con el principio de un ciudadano un voto?
En mi opinión, todas las instituciones autonómicas de Cataluña son ilegítimas e ilegales en su origen, en su funcionamiento y en su finalidad.
(1) El que escribe lleva algo así como treinta años en situación de muerte civil.