Sobre un posible, nunca deseado, futuro de Cataluña y los catalanes
De momento, los separatistas catalanes nos han enseñado que la parte puede llegar a ser más que el todo y cómo conseguirlo.
Alcanzado el año 2020, la intervención del Estado Español en Cataluña, no su presencia real e institucional, consiste básicamente en pagar el gasto que genera esta comunidad más que autónoma, sin controlar su utilización y a duras penas su cuantía.
Cataluña es cada vez menos España y cada vez más otro país. Naturalmente gracias al dinero español.
En otras palabras.
Cataluña, que era la parte, terminará siendo entera y exclusivamente de los catalanes, mientras que los territorios del Estado español seguirán siendo de todos, incluidos los catalanes que ni se sienten ni quieren ser españoles.
De hecho, hace décadas que estamos financiando la desintegración de España y, al mismo tiempo, el empoderamiento y la independencia de Cataluña.
Y, por lo tanto, cada vez más lejos de tener y poner en práctica un antídoto eficaz contra la perfidia separatista.
A partir de ahí podemos imaginar que Cataluña dejará de ser definitivamente España, bien por una declaración unilateral tajante, bien, a la genuina manera catalana, mediante un juego sinuoso y humillante de trampas y traiciones.
En cualquier caso, a la postre la parte se impondrá al todo, que, despojado de sus poderes, ya no será el todo sino mero acúmulo residual de un Estado histórico, mientras que la parte, erigida en república soberana emergente, impondrá su ley no sólo sobre su territorio sino también sobre los restantes territorios de lo que un día fue España.