Reacciones ante la crisis
Quiero recodar que resistí la crisis de 2008 con pleno control de la situación y sin pérdidas mayores. Lo mismo puedo decir de mi industria. Aguantó el embate, por fortuna decreciente, y, cuando parecía que le iba a llegar algún ramalazo, la crisis era ya cosa del pasado.
Lecciones de la historia para una biografía.
La pandemia de coronavirus es otra cosa. Por sus proporciones, por su profundidad, por su intensidad. Tanto es así que su acción devastadora podría marcar el fin de un ciclo histórico o una era del convulso, incierto y precario relato de nuestra humanidad.
Aun así, confieso que en estos momentos siento una pueril curiosidad por ver cómo reacciona mi industria ante los sucesivos ataques del nuevo e implacable patógeno. En definitiva quiero ver si mi invento funciona.
Vanidades personales aparte, me preocupa sobremanera la incidencia del coronavirus en la humanidad y sobre todo en sus capas sociales más pobres, más desprotegidas y más vulnerables.
Me permito decir que, como huérfano de guerra y niño criado en la miseria, pertenecí durante mucho tiempo a una de esas capas sociales. Y, de hecho, aquella infancia aterida, con el tiempo sólo nostálgico recuerdo, ha sido siempre mi patria.
Junto con el destino de la humanidad, me preocupa profundamente el destino de España, nación sumida en un caos social, político, económico y ahora también sanitario, con una de sus regiones -Cataluña- convertida en un laberinto por obra y gracia de una deslealtad que personalmente considero atávica y en la práctica me parece poco menos que incurable.
Espero y deseo que la humanidad sobreviva y que no sean de nuevo los más pobres los que más sufran, como espero y deseo que España sobreviva y no sea víctima mortal de la desidia de unos y la traición de otros.
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