De Pujol a Torra: conciencia burguesa y religiosidad
Entiendo que en Cataluña la burguesía autóctona sigue siendo la clase dominante sencillamente porque, más allá de todas las vicisitudes históricas, sociales y políticas, mantiene el control de los resortes de poder materializados en sus instituciones, instituciones ahora formalmente, sólo formalmente, democráticas.
La burguesía procura controlar la situación, cualquiera que sea el régimen político imperante en cada momento, y deja que el grueso de la sociedad, formado por las clases inferiores, se organice democráticamente, siempre que respete su posición hegemónica o, si se prefiere, sus privilegios.
Estamos en el año 2020 y esa burguesía sigue controlando, al menos aparentemente, la situación en Cataluña.
Pero sólo aparentemente, porque, como dicen en mi pueblo, la avaricia rompe el saco.
A mi entender, el negocio de la burguesía catalana, desde el honorable patriarca Jordi Pujol hasta el muy católico Quim Torra, está a punto de saltar por los aires victima de su avaricia o insaciable voracidad.
Ahora sus mandatarios políticos piden y exigen la adhesión incondicional a su causa de los representantes de la Provincia Eclesiástica Tarraconense (Cataluña), cosa que no parece viable, pues equivaldría a instaurar una Iglesia Nacional de Cataluña, abiertamente cismática y heterodoxa.
Una vez más, el Vaticano tiene la última palabra.