Artículos del día 2 de febrero de 2021

¿Tiene el español alma de esclavo?

El proyecto o, por mejor decir, la conjura viene de lejos. Podemos imaginar que se inició  en los años cincuenta de ese siglo que ya es historia, bajo la dictadura de Franco, circunstancia que obligó a sus promotores, pertenecientes a la   burguesía catalanista,  a disfrazarse de devotos feligreses  de la Santa Madre Iglesia para susurrar con voz montserratina: Volem bisbes catalans!  (¡Queremos obispos catalanes!)

Con la instauración de la democracia formal en España, esa misma burguesía afianzó su posición en su predio natural e histórico y en el plazo de pocos años  consiguió copar, una tras otra,  todas o casi todas las instancias autonómicas de decisión y representación, con el consiguiente control de la población, para, acto seguido, instaurar en la región una dictadura encubierta cada vez más activa y  poderosa.

¡Hoy todas las instituciones autonómicas de Cataluña son ilegítimas e ilegales!

El paso siguiente fue cruzar el Ebro y tender puentes con los sectores más desleales de la izquierda española, hasta establecer toda suerte de alianzas y pactos contra natura con un Podemos traidor a la clase trabajadora y un PSOE desnaturalizado o, si se quiere, degenerado: ni socialista ni obrero ni español.

Resultado: entidades  burguesas  y organizaciones  obreras, unidas en una conjura contra la sociedad civil y, en definitiva, contra España y los españoles. Ellos,  a mandar; nosotros, a cumplir órdenes.

Por de pronto, Pedro Sánchez, desleal  a España y al socialismo, ya ha entregado el presente y el futuro de Cataluña a Salvador Illa en funciones de buen separatista y ha confiado los territorios de la España profunda a Miquel Iceta, personificación de la perfidia fenicia, al tiempo que se ha reservado  para él   la función de capomastro.

Los tres juntos –Sánchez, Illa e Iceta–  forman ahora el trío encargado de  hacer saltar por lo aires a España, patria querida e irrenunciable,  con sus estructuras, con su historia e incluso con su nombre.

Si, como dice Hegel,  esclavo es aquel que lo supedita todo a la supervivencia,   yo pregunto: ¿tiene el español alma de esclavo?

 

España, ¿vuelta sin retorno?

Por razón de mi edad y sus servidumbres llevo bastante tiempo disponiéndome a morir o, al menos, intentándolo.

Mi  deseo último y primero es alcanzar el estado de ataraxia y, a partir de ahí,  esperar a que se consume el tránsito.

Tránsito que, a mi entender,  es vuelta a la nada, que es el todo.

Vuelta –¿¡necesariamente!?– sin retorno.

Pero, a juzgar por el panorama que ahora me circunda o envuelve, parece  ser que antes voy a asistir, de cuerpo vivo y presente, a la muerte de España como  comunidad y cultura.

A pesar de mi  condición de criatura alienada o precisamente por ella,  la muerte de España  me abruma y, en este preciso instante,  me sobrecoge.

A mis ojos, esa España encarna –¿personifica?–  una consciencia colectiva de la que participo a través de mi yo.

En ese sentido, la muerte de España es también mi muerte.

¿Va a ser la suya también una vuelta sin retorno?