España, ¿vuelta sin retorno?
Por razón de mi edad y sus servidumbres llevo bastante tiempo disponiéndome a morir o, al menos, intentándolo.
Mi deseo último y primero es alcanzar el estado de ataraxia y, a partir de ahí, esperar a que se consume el tránsito.
Tránsito que, a mi entender, es vuelta a la nada, que es el todo.
Vuelta –¿¡necesariamente!?– sin retorno.
Pero, a juzgar por el panorama que ahora me circunda o envuelve, parece ser que antes voy a asistir, de cuerpo vivo y presente, a la muerte de España como comunidad y cultura.
A pesar de mi condición de criatura alienada o precisamente por ella, la muerte de España me abruma y, en este preciso instante, me sobrecoge.
A mis ojos, esa España encarna –¿personifica?– una consciencia colectiva de la que participo a través de mi yo.
En ese sentido, la muerte de España es también mi muerte.
¿Va a ser la suya también una vuelta sin retorno?
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