La envolvente catalana y el futuro de España
Entiendo que la Envolvente catalana es un concepto modular y, en este caso concreto, un recurso táctico-estratégico polivalente y multiuso. Con él se ha tramado sobre el papel y se está llevando a cabo en la práctica la demolición de España como realidad histórica, política, social y cultural, demolición que en su momento irá acompañada, sin solución de continuidad, por la creación de una República de Cataluña destinada a asumir en el futuro próximo y para siempre un rango único por hegemónico en el ámbito de la península Ibérica y en definitiva a suplantar al Estado Español en el concierto de las naciones. Entiendo asimismo que con la incorporación de Salvador Illa y Miquel Iceta al Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez, la demolición de España ha entrado en su fase decisiva y, probablemente, última.
Pedro Sánchez, siempre desleal y siempre atento a sus intereses, ya ha confiado la gestión de los asuntos de Cataluña a Salvador Illa, conocido y reconocido en este espacio virtual como el buen separatista. A mi entender, de ahora en adelante la misión de este va a consistir en alentar e impulsar, ora bajo cuerda, ora abiertamente, todas las formas de deslealtad constitucional que, a su juicio, converjan en el fortalecimiento del separatismo y faciliten la creación de estructuras de Estado propias y, en muchos casos, exclusivas de Cataluña, con el consiguiente y deseado debilitamiento de España hasta dejarla convertida en una carcasa vacía.
De Miquel Iceta me atrevo a decir que, dadas su perfidia natural y su condición de eminencia gris de todas las conjuras separatistas perpetradas de veinticinco años a esta parte en el ámbito catalán, ahora está llamado a dirigir la política nacional hasta la demolición de España, pero pasando antes por su descabezamiento.
Así, mientras Illa fomentará e impulsará a buen seguro el separatismo catalán de estirpe convergente y burguesa, hasta llevarlo a las puertas de la república (y, si puede, más allá), Perfidia Iceta se dedicará a fomentar los movimientos de cuño comunero y/o regionalista de las tierras del interior para, acto seguido, enfrentarlos con Madrid y los señoritos madrileños, a la vez odiados y envidiados.
Todo ello me permite aventurar con un mínimo riesgo de error que, tan pronto como el Pedro Sánchez de turno quede reducido a la condición de convidado de piedra, nuestra política postnacional girará básicamente en torno a un diálogo fijo y discontinuo, naturalmente sin testigos foráneos, entre catalanes –Perfidia Iceta y el buen separatista Illa– o, en su ausencia, entre sendos miembros de su misma casta y su misma escuela.
Sinceramente daría mi vida por que lo expuesto y narrado aquí no ocurriera, pero, por desgracia, los signos premonitorios están ahí y son muchos. En cualquier caso, creo que he hecho mi parte.
¡Españoles, la Patria está en peligro!
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