¿Podemos o no podemos?
Entiendo que la irrupción/aparición de Podemos en la escena política nacional puede interpretarse como uno de esos fenómenos de radicalización (¿regeneración?) que se dan periódicamente en nuestra izquierda, una izquierda que, para mí, no es ni española ni patriótica.
Entiendo que esa falta de patriotismo coloca a Podemos –¿formación política?– en contradicción, de una parte, con los movimientos hispanoamericanos de liberación supranacional y nacional, desde Simón Bolívar hasta Fidel Castro, pasando por Hugo Chávez, y, de otra, con lo que hoy podemos entender, stricto sensu, por populismo.
Aquí, nadie está tan loco como para gritar, a pecho descubierto, ¡Patria o muerte!
La casta de Podemos no está para delirios románticos.
Nacida en una cadena de tertulias televisiva, la casta de los que después se identificarán con la dirección de Podemos habla del pueblo y, si se quiere, con el pueblo pero siempre desde la distancia.
Y, en realidad, desde arriba.
Ellos no son ni jornaleros ni esos a los que en alemán llaman campesinos de fábrica (Fabrikbauern). Ellos son seres ilustrados y, por lo tanto, selectos. Desarrollan actividades relacionadas con la cultura y tienen ingresos insultantemente superiores a los de un obrero español.
¿No tengo yo derecho a situarlos en la ominosa categoría de la casta?
¿Corrupción?
¿No es corrupción dirigirse al pueblo y hablar en nombre del pueblo cuando se tiene una cuenta bancaria (descubierta, no confesada de manera espontánea) con 700.000 €?
Ahí estamos.
Mientras España se desintegra, el PSOE, otrora partido socialista y español, entra en un proceso de descomposición hecho de intrigas y rivalidades en el que lo individual y mezquino se impone –¡limpiamente!– a lo colectivo y se lleva por delante todo vestigio de unión y toda posibilidad de proyecto social de ámbito nacional.
Entiendo que Podemos es a la vez consecuencia de la desintegración de nuestra izquierda y premonición de lo que nos espera si seguimos la derrota de la nave griega.
Entiendo que el futuro de España en lo político y económico, como en lo cultural, está en la Europa que se asienta en la democracia y avanza bajo su impulso.
Una vez más, veinte siglos de historia nos contemplan.
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