España como víctima
En los últimos meses, incluso años, se ha aireado con insistencia la vida disoluta de Juan Carlos I, ex Rey de España, pero se han silenciado sospechosamente las actividades delictivas de personajes como Jordi Pujol y su clan familiar.
No obstante, para mí son dos maniobras tácticas, conjuntas y complementarias, que se inscriben claramente en el maquiavélico plan para destruir España gestado y alumbrado ya antes del infausto Estado de las autonomías.
Por una parte se quiere acabar con la Monarquía española en cuanto soporte fundamental de España como entidad política, histórica y social, y, por otra, consolidar la posición de la burguesía catalana como clase dominante y protagonista indiscutible de la futura república de Cataluña, suplantadora, a su vez, de la Nación española.
Ya ahora, en cada rincón de España con o sin habla vernácula hay como mínimo medio centenar de personajillos dispuestos a erigirse en Pujol o Pujolet de su comarca en nombre de la democracia y la libertad.
Lamentablemente parece ser que la suerte ya está echada, pues el espíritu de los tiempos y todo un cúmulo de circunstancias sociopolíticas obligan a descartar una reacción del pueblo español presidida por un patriotismo leal y rotundamente integrador en la línea del histórico Dos de Mayo.
Lo que se nos viene encima, porque así lo hemos querido con nuestra indolencia y nuestra cobardía, es la ruina y la desintegración de nuestra Patria, a la que no hemos defendido cuando y como debíamos.
España es, ya ahora, nuestra víctima.
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