La izquierda española en Cataluña
Hablo con un hombre que lleva como treinta años en la brecha. Me recuerda insistentemente a mi padre, sólo que, al oír su voz, me lo imagino en el PSC, Partido de los Separatistas de Cataluña, a pesar suyo. Desde Maragall y Obiols, miembros de la burguesía catalana por sangre, mentalidad y mendacidad, hasta el bolchevique Montilla, charnego traidor por partida doble. El hombre es de los que no tardaron en descubrir el juego y lo denunciaron. Imagino que si abandonó el partido fue porque no encontró otro camino. Desde entonces está con su mensaje y su denuncia en todas las broncas y todas las trifulcas en las que se intenta poner al descubierto el separatismo, se disfrace de formación democrática o de partido de izquierdas, de ONG o de colectivo para la recuperación de la memoria histórica en una localidad de la Alta Extremadura.
El hombre me dice que en el seno de la comunidad de lengua española de estas tierras hay infinidad de grupos, corrientes y tendencias contrarios al actual establishment catalanista y su opresión. A estas alturas de la transición son muchos los que han descubierto el fraude y tratan de oponerse a él. El hombre es uno de ellos. Lo intenta cada día. Es un activista. No puedo decir su nombre. Estoy seguro de que está en la lista negra del catalanismo institucional/inquisitorial/policial. Como Pájaro bobo, con sus veinticinco años en condiciones de muerte civil. Con amigos que, convertidos en confidentes y sicarios, están deseosos de amargarle la vida, cada vez que sale a la calle, para hacer méritos a los ojos de sus nuevos jefes.
Digo al hombre de izquierdas que los españoles de Cataluña deben unirse para acabar con la opresión y el fraude. Sin unión no hay ni izquierda ni fin de la opresión. El socialismo o es unión o no es socialismo. Lo entiende. Y también entiende que en Cataluña no hay nacionalismo, lo que hay es un movimiento burgués cuyos representantes copan todas las instituciones públicas y la representación de todos los partidos. Aquí, la política la hacen ellos, sólo ellos, sólo para ellos. Y, por lo tanto, estamos ante una sociedad con dos comunidades sociolingüísticas: una comunidad minoritaria y opresora y una comunidad mayoritaria y oprimida. Extraña y anacrónica variante del colonialismo europeo en los dos últimos siglos.
Curiosamente, cuanto mayor es la opresión, más fácil es verla y más difícil resulta desmontarla.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuándo verán y comprenderán todos los españoles de Cataluña lo que ve y comprende este hombre de izquierdas?
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