De las fronteras al control de aduana
Un repaso de la prensa, a vista de pájaro y de gusano, nos permite comprender que el terrorismo de origen islámico es la primera preocupación de los políticos y, por obra de sus agentes y corresponsales, de la sociedad civil, de todas las sociedades civiles de Occidente. Democracia, bienestar, paz y progreso corren peligro, peligro grave. Ahí están las dos grandes derrotas/victorias de Afganistán e Irak. Por lo pronto, se ha venido abajo el mito de Israel: invencible en la guerra y en la paz. Ahora, obligado a bunkerizarse, el afortunado país de la leche y la miel practica la táctica del erizo y la avispa. O del galápago y la mosca cojonera. Posee capacidad para defenderse de sus enemigos (sólo tiene uno: todos los países árabo-musulmanes) y dañar sus instalaciones militares, no para aniquilar a aquél y destruir éstas. Erizo y avispa, galápago y mosca de oasis, Israel es hoy un islote bunkerizado. Alcatraz con palomas y halcones.
La frontera no está ni en el Líbano ni en Chipre ni en la Sublime Puerta constantinopolitana; para nuestra desgracia, ni siquiera en Viena, histórica puerta de Europa. Ahora ya no hay fronteras. Han desaparecido. Dejando al margen muros y alambradas que se reducen a disparatados intentos de poner coto al desierto, ya sólo queda el control de aduana. Hasta que lo arrasen las sucesivas riadas de inmigrantes. Las cabezas pensantes, bienpesantes de Occidente deben plantearse el problema ex novo, ex nihilo. Israel se ha equivocado; o se ha equivado o nos ha engañado a todos, empezando por Estados Unidos. O las dos cosas juntas y a la vez. Es posible que a la superpotencia la encerrona de Afanistán e Irak, una y la misma, le sirva y le aproveche para vender armas, pero es una encerrona. Ahí estamos. Atrapados, sin saber qué hacer. El filósofo nos enseñó que sólo lo real es racional.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué tenemos que hacer los europeos para que ahora sólo lo racional sea real?
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