Elecciones generales: lecciones generales
Cuando el resultado es fruto de un accidente causal, no casual
En las elecciones generales de 2004, el PSOE de Zapatero, o el Zapatero del PSOE, no sólo se salvó de la quema sino que se benefició de ella. Los atentados del 11 de marzo, tres días antes de los comicios, le sirvieron en bandeja, bandeja ensangrentada, las cabezas de los perdedores. En opinión de Pájaro bobo fue un golpe de Estado que debería haber invalidado las elecciones o, más exactamente, haber determinado su aplazamiento, pues es legítimo, y más que legítimo, pensar que los terroristas actuaron con clara y manifiesta intención de alterar el resultado normal de las elecciones. Y lo consiguieron. Zapatero se endosó el botín del atentado y la victoria en unas elecciones muy poco democráticas, entendiendo aquí por democrática esa situación en la que los ciudadanos pueden elegir libremente, con ecuanimidad y en condiciones de igualdad, a sus representantes. No fue el caso. Zapatero ganó por accidente.
Por lo que sabemos de él y más concretamente por lo que llevamos visto y oído en los últimos días, en esta ocasión su campaña se ha basado en promesas de contenido económico y retórica demagógica. Ahí no tiene rival, y a los ojos de Pájaro bobo Rajoy no debería entrar en el juego y tratar de emularle, pues en cinismo no le llega ni a la suela de los zapatos. Más lógico parece que cada uno luche con sus armas. A estas alturas, todos los que han negociado/pactado/dialogado con el leonino leonés saben para qué sirven sus promesas. Esa, su deslealtad con todos y con todo, debería ser la causa de su derrota electoral y su paso a la historia de España como uno de los personajes más nefastos de los últimos tiempos.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no es lícito que pierda por accidente alguien que ganó por accidente?
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