Lengua: sexo y género
El Diccionario de la Academia de la Lengua define sexo como «condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas». El mismo Diccionario dice acerca de género femenino: «en los nombres y en algunos pronombres, rasgo inherente de las voces que designan personas de sexo femenino, algunos animales hembra y, convencionalmente, seres inanimados», doctrina que tiene su contrapartida en el género masculino, del que dice: «en los nombres y en algunos pronombres, rasgo inherente de las voces que designan personas del sexo masculino, algunos animales macho y, convencionalmente, seres inanimados».
De ahí podríamos deducir que, por lógica, pertenecen o deben pertenecer al género masculino las voces que designan animales macho y al género femenino las voces que designan animales hembra, mientras que las voces que designan objetos o cosas se inscriben convencionalmente en uno u otro género gramatical, ya que el género neutro no es suficientemente operativo en español.
Actualmente, en el ámbito de la lengua los criterios de uso priman a menudo sobre los criterios de corrección formal o teórica y se habla de voces usadas, menos usadas o no usadas antes que de voces correctas o incorrectas. Tanto es así que la gramática normativa ha cedido su lugar de privilegio a la gramática descriptiva. Estamos en tiempos de democracia y el eje horizontal o sintagmático se ha impuesto al eje vertical o paradigmático. La lengua se ha convertido en habla y, como en tantas manifestaciones de nuestra sociedad, eso es lo que hay. En otras palabras: lo que hablamos es el espejo de lo que pensamos, de la misma manera que lo que pensamos es el espejo de lo que somos.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿tiene razón Pájaro bobo cuando, parafraseando a Wittgenstein, dice: el contenido, el orden y los límites de mi idiolecto son el contenido, el orden y los límites de mi imaginario?
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