¿Traductor traidor? El pájaro y el gusano
El Insomne recibe el mensaje de un viejo conocido-amigo español-argentino de origen hebreo. Le ruega que, si puede, le proporcione algunas ideas sobre la traducción para una conferencia que debe pronunciar.
Rumio, regurgito:
Esquema cartesiano y bucle con recorrido de ida y vuelta.
En este plano cartesiano, el eje vertical corresponde al traductor; el eje horizontal, a la obra.
Inicialmente, el traductor contempla el panorama a vista de pájaro y procede de arriba abajo de acuerdo con un enfoque deductivo, hasta llegar al autor y, en última instancia, a la obra que se propone traducir.
Todo ello forma el contexto.
Llegado al texto, el traductor adopta un enfoque inductivo y contempla la obra a vista de gusano. Es conveniente, pues, que, mientras realiza su trabajo, el traductor –de hecho, un lector por cuenta ajena– establezca, a modo de guía y orientación, relaciones periódicas entre los conceptos nucleares que va encontrando/descubriendo en el texto y los que ya tiene almacenados en su memoria por su condición de lector-traductor.
Terminada la traducción, el texto se integra en el contexto y el contexto se integra a su vez en los conocimientos generales del traductor entendidos como cultura o cosmovisión personal.
Eje horizontal. En él, el Insomne distingue dos niveles. En uno coloca las obras literarias y en otro las obras no literarias o técnicas.
Él entiende que en las obras literarias la forma es el contenido y el contenido la forma. Lo connotativo es lo denotativo y lo denotativo lo connotativo. Lo esencial es lo estético y, por consiguiente, lo estético es lo esencial.
Eso es, al menos, lo que él opina.
En las obras no literarias, llamadas a veces técnicas, el contenido conceptual se sitúa fuera, incluso lejos de la forma. Evidentemente, aquí lo importante es el contenido, lo denotativo, el concepto como concepto en sí mismo y como construcción por suma ordenada y orgánica de conceptos.
En el primer caso, al traductor se le exigirá ante todo sensibilidad estética; en el segundo, conocimientos técnicos.
En el bucle ideado por el Insomne, el original que el traductor recibe para realizar su trabajo es un metatexto. A partir de él tiene que crear, alumbrar, un texto objeto o teletexto, que es la traducción.
Curiosamente, cuando la traducción pasa a las manos y los ojos del lector, se convierte en metatexto, pues gracias a él éste podrá acceder al original, al que, de otro modo, no podría acceder, lo que significa que, a efectos prácticos, no existiría para él.
El Insomne completa su información con una referencia a la situación sociolaboral del traductor en España y una alusión marginal, muy marginal, a los traductores catalanes en tiempos de Franco.
Una vez ha comunicado su doctrina sobre la traducción al conocido-amigo español-argentino, éste le da las gracias con la boca pequeña, muy pequeña, y luego añade, ladina, muy ladinamente: «Tu información me será muy útil para hablar de los traductores al catalán bajo la opresión franquista».
Así lo deja escrito en el papel virtual.
El Insomne blasfema: «Pereat dies in qua natus sum!», que, traducido al cristiano, aquí y ahora reza: «¡Me cago en la madre que me parió!».
Margarita lo oye, se sobresalta y, cuando se recupera, comenta: «Al final el pájaro se comió al gusano. ¿De qué te quejas?»
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